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Como la mayor parte de América Latina, México se dejó seducir por la idea de que la inversión extranjera directa (IED) sería suficiente para reactivar su economía. Una estrategia que hoy muestra sus límites.
Por ello se crearon ambiciosos esquemas de atracción de IED, la mayor parte fundamentados en facilidades fiscales y apoyos de gobierno superiores a las que se otorgan a la inversión privada nacional.
Los beneficios otorgados por los gobiernos federal y estatal de México han sido esenciales para que el país haya recibido cerca de 30 mil millones de dólares en promedio durante 2015 y 2016, es decir 1.8% del total mundial.
Si bien dicha cifra es importante, solo es la mitad de lo que se dirigió a Brasil, a pesar de su crisis económica y de que nuestro país se encuentra en el TLCAN.
Las manufacturas y los servicios constituyen los principales sectores productivos receptores de IED, en donde la mayor parte de la misma se encuentra vinculada a la estrategia productiva de las empresas trasnacionales que han visto en México una plataforma productiva lo suficientemente competitiva para establecer parte de sus operaciones globales.
La alta rentabilidad de invertir en México queda reflejada en lo que ocurrió durante el primer trimestre del año: más de 63% de la IED que se contabilizó fue reinversión de utilidades y solamente 25% nuevas inversiones: la mayor proporción fue generada por las operaciones productivas que se realizan en el país.
Los 30 mil millones de dólares anuales que en promedio llegaron a México constituyen cerca de 3% del PIB nacional, una cantidad limitada para las necesidades de crecimiento económico de México. La inversión privada nacional es al menos tres veces superior.
Junto con la inversión pública, que lamentablemente sigue a la la baja, la IED y la privada nacional representan 22% del PIB, menos de la mitad de la proporción en China e inferior a lo contabilizado en naciones emergentes líderes en materia de crecimiento económico como la India, Singapur y Corea del Sur.
La diferencia no se puede compensar con IED, la brecha sólo puede cubrirse con inversión privada nacional. ¿Por qué es relevante una nueva estrategia de política económica que impulse la inversión de los empresarios nacionales?
De acuerdo con el reporte de la Conferencia de las Naciones Unidades sobre Comercio y el Desarrollo (UNCTAD, Informe Sobre las Inversiones en el Mundo 2017) la tendencia de la IED en México y naciones que no son desarrolladas es a la baja. La IED se concentrará en los países desarrollados.
Como era de esperarse, después de la ola privatizadora de los años 90 del siglo XX, la IED en América Latina se ve limitada a sólo algunos sectores productivos, particularmente a las manufacturas y a los servicios que son altamente rentables, como el financiero y los de primera necesidad para la población.
El reporte de la UNCTAD permite inferir por qué las naciones desarrolladas, China y Corea del Sur reciben y realizan la mayor parte de la IED: son propietarias de las grandes empresas de manufacturas que se han posicionado en el mundo para optimizar sus procesos productivos. México, al igual que los países menos desarrollados se ha especializado en elaborar programas de apoyo fiscal para facilitar la llegada de las empresas de alta tecnología.
Otra limitante para el desarrollo sostenible de las economías menos desarrolladas fue señalada recientemente por el director general de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI), el Dr. Li Yong, durante una reunión con consejeros del IDIC, industriales y funcionarios públicos de México: sólo se puede aspirar a ser una nación desarrollada cuando se cuenta con un sólido sector industrial.
La razón de su argumentación se encuentra en línea con el reporte de la UNCTAD antes citado: los flujos de inversión productiva favorecerán a las economías más avanzadas en la era de la economía digital y de la Industria 4.0.
Lo último se encuentra vinculado a la creación de una verdadera política industrial que permita superar el error histórico que se cometió en México, el vinculado a que “la mejor política industrial es la que no existe”.
Una parte estratégica a desarrollar es la creación de nuevos mecanismos de fomento a la inversión privada nacional y su mayor participación en los procesos productivos de las Cadenas Globales de Valor, es el único camino para cubrir la brecha de inversión existente para acelerar el crecimiento de México.
Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico