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Cohesión. En los siguientes días, se materialice o no el peor escenario, la emergencia podría darle márgenes al presidente de la República para cambiar la ruta de la desunión por un renovado proyecto de cohesión nacional. Bien por el significativo apoyo declarativo brindado al presidente López Obrador ante los golpes de Trump, incluso de voces consistentemente críticas al régimen. Cierto. Debemos permanecer unidos con nuestro gobierno. Pero se requiere de apoyos más sólidos que las frases para los medios. Y para ello el presidente debe propiciar la unión poniendo fin a sus mensajes de desunión. Es el momento de remover lo que le resta cohesión al país.
Para sólo hablar de lo de hoy, urge el cese de la discordante saña verbal y presupuestaria del presidente contra académicos, científicos, intelectuales. Se trata de un sector tradicionalmente activo de la sociedad, que ahora ve al Estado mexicano y a sus instituciones, en este caso, las creadas para la producción y la difusión del conocimiento y la cultura, bajo un inexplicable curso de minus valuación impuesta por el régimen. Ello, en un momento en que el propio régimen está requiriendo de la fortaleza de una sociedad informada y crítica, como sustento de la fortaleza de las instituciones y de la nación.
Para afirmar un respaldo nacional comprometido, López Obrador debe diferenciarse y no identificarse con Trump como lo hizo antes, verbalmente. A diferencia de su homólogo, su sostén social debería trascender los coros de fanáticos y las clientelas sufragadas a costa de la agonía y la eventual parálisis de instituciones en las que se ejercen derechos: a la salud y a la educación, por ejemplo. El contraste con Trump implicaría para nuestro presidente dejar de descalificar a la crítica y de recelar —como lo hizo ayer— del ejercicio de los derechos de los particulares, a través de tribunales (y de drones), para vigilar que la obra de Santa Lucía cumpla con la ley. También debería abstenerse de adoptar decisiones personalísimas por encima de la legalidad doméstica e internacional, o con la legalidad ambiental en entredicho, como en el proyecto de Dos Bocas.
Contra la autocracia. Para concitar una cohesión nacional basada en la confianza de la sociedad y avalada por contrapesos a la tentación autocrática, el presidente tendría que preservar la integridad de los órganos autónomos del Estado y no menoscabarla, como acaba de ocurrir con la vulneración de la Comisión Reguladora de la Energía y con el desdén al informe del presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
En fin, fortalecer la unión interna contra la irracionalidad de las decisiones discrecionales externas —como la de Trump que ahora trae nuestra divisa a más de 20 por dólar—, habría que prevenir la irracionalidad de las decisiones discrecionales internas. Un dato elocuente: tras el anuncio de Trump de imposición de aranceles a todas las exportaciones mexicanas, el peso registró su peor jornada… desde el 29 de octubre de 2018, cuando el presidente electo AMLO anunció a su vez que cancelaría el Aeropuerto en Texcoco.
Usos de la emergencia. Entre otras oportunidades abiertas por la emergencia estaría la de usarla para dar marcha atrás a los proyectos más controversiales y divisorios, liberando además recursos para el control de daños. Estaremos expectantes y solidarios con nuestro país ante la reunión de nuestro canciller en Washington. Eso sí. Ebrard tendría que haber captado ya la lección que apenas “está (o estaba) aprendiendo” en abril el gobierno mexicano, según escribió entonces el director del Instituto México del Wilson Center: “Si le das a Trump una pulgada, él toma una milla”. Para Duncan Wood, falló la actitud de apaciguamiento del presidente mexicano. Pero en su carta a Trump del jueves, AMLO fue más allá del mantra: “Yo respeto” (al ofensor ante cada ofensa a nuestro país). Contradijo su enfoque antimigrante, aunque entre nuevos mantras como el de su inverosímil amistad con Trump.
Profesor Derecho de la Información, UNAM