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De ayer y del ayer. En poco más de 80 días de esta agitada Era de AMLO ya se puede apreciar cómo ha tratado de recuperar el poder simbólico que tuvo el lenguaje de los presidentes mexicanos y de sus colaboradores hasta hace cuatro décadas: un poder incontrastable, consensual, a partir de una cultura dominante en que era incontrovertible la palabra de quien simbolizaba la unidad de la nación. Nada importaban sus frecuentes conflictos con la realidad y con grupos y personajes que pagaban caras sus muestras de disidencia. Más tarde, ese conflicto, el de la infalibilidad presidencial, se desplazó a una parte de los medios de comunicación desapegados del culto y la obediencia al “jefe de las instituciones nacionales” y apegados, gradualmente, a las funciones de la prensa de vigilancia de los poderes. Hoy en día, por ejemplo, entre los más recientes mensajes del gobierno controvertidos por los medios está la cancelación de las estancias infantiles. Medios receptivos a las voces de madres y de sectores modernos de la sociedad que se estrellaron con la retórica del poder de un México irreal de abuelas y abuelos sin oficio ni beneficio, o en espera de nietos a cuidar gracias al disfrute de un sistema digno de retiro.
En cambio, resultaron insostenibles, gracias a medios como EL UNIVERSAL, los mensajes de dos nombramientos sub reales en Conacyt. Y, registrado críticamente también por los medios no oficialistas, el gobierno pagó los nuevos costos impuestos por bancos y calificadoras al plan presidencial de rescate de Pemex. Adicionalmente, se mantiene en el centro del debate la secuela de la crítica de quien encabeza la Comisión Reguladora de Energía (CRE) a las propuestas presidenciales de nuevos miembros para esa Comisión. También, los cuestionamientos a la Ley para crear la Guardia Nacional en los términos innegociables impuestos por la iniciativa presidencial y aprobados hasta ahora en Comisiones por Morena, el partido oficial.
Pero quizás donde más verificable resulta hoy el poder simbólico de la comunicación presidencial, en conflicto con la realidad, es en la cobertura de los medios impresos de ayer —y en los audiovisuales de antier— del encuentro del presidente López Obrador con la cúpula empresarial. Algunas “cabezas” de los diarios de ayer sobre ese intercambio rememoraron las portadas de los medios del ayer, el de cuatro décadas atrás: “Empresarios cierran filas con el consejo económico de AMLO”; “IP confía en AMLO, le pide certidumbre”; “AMLO a reencuentro con IP para crecer 4%”; “Pide AMLO a IP apoyo para crecer al 4%”.
Expectativas a violar. Con una comunicación política expresada en estas proclamas poco periodísticas, pero con la fuerza simbólica de la palabra presidencial, se pretende ocultar realidades sobre la poca fiabilidad recíproca de las partes. Pero a nadie medianamente informado le son ajenas las aprehensiones de los empresarios sobre las medidas del presidente, ni las descalificaciones del presidente a las conductas empresariales, sus vías de enriquecimiento y sus estilos de vida. Otro problema radica en la generación de expectativas prácticamente incumplibles: la de crecer al 4%, en condiciones nacionales e internacionales más próximas al estancamiento o incluso a la recesión. Y un problema más: ¿a quién y con qué efectos se culpará en su momento de la violación de esa expectativa?
Pluralidad vs unanimidad. Finalmente, con el vigor simbólico de la palabra del actual nuevo jefe de las instituciones nacionales, su afirmación de que el presidente de la Comisión Reguladora de Energía habría incurrido en conflicto de intereses fue avalada en la “cabeza” principal de uno de los medios oficialistas: “A investigación, el titular de la CRE por conflicto de interés”, mientras en el extremo opuesto, otro diario encabeza su portada con una denuncia contra el denunciante: “Asedia gobierno a titular de la CRE”. La pluralidad de los medios de hoy marca (todavía) una valiosa diferencia con la unanimidad presidencialista del ayer.
Profesor Derecho de la Información UNAM