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Aunque muchos sostengan que la colaboración es improbable, este artículo ha sido escrito por un político y excandidato presidencial, y por un científico y ambientalista.
Lo que nos motiva a escribir juntos es un deseo común: al igual que miles de millones de seres humanos, queremos un planeta sano en el que nuestros hijos, nuestros nietos y la naturaleza puedan convivir en paz y prosperar. O, por lo menos, un planeta similar al que nuestros padres nos dejaron. Los dos compartimos la profunda convicción de que la crisis climática—el mayor desafío de nuestro tiempo—puede resolverse si cada quien asume la responsabilidad que le corresponde.
El debate sobre el calentamiento global se ha convertido en una pelea entre sordos: en una esquina gritan los que desechan la evidencia científica y las advertencias tachándolas de alarmistas; en la otra, los que creen que la evidencia es más que convincente para que el mundo actúe con audacia y sin más demora.
No vamos a juzgar de qué lado está usted. Pero lo que si no podemos hacer es darnos el lujo de seguir perdiendo tiempo riñendo unos contra otros. Recapacitemos, aunque sea por un momento: ¿Qué tal si los científicos tienen razón? ¿Cuáles serían las consecuencias de no actuar ahora, cuando aún estamos a tiempo? ¿Vale la pena el riesgo de permanecer inmóviles, de no hacer nada?
No le vamos a inundar con un torrente de estadísticas sobre la crisis climática. No obstante, apelamos a aquellos que desconfían de las evidencias científicas sobre el cambio climático para que, si no confían en ellas, por lo menos confíen en su propio instinto de conservación.
Al fin y al cabo, todos navegamos en el mismo barco. Un barco que nos lleva al mismo destino, sin importar si somos de un país en desarrollo o de uno desarrollado, de un continente muy poblado o de la solitaria Antártida. O si somos ricos o pobres. Como en todos los viajes, la calidad de la experiencia y el lugar al que se llega depende 1) de cuanto uno está dispuesto a pagar por el boleto y 2) de la imaginación del viajero.
Durante décadas nuestra respuesta a la crisis climática ha estado ausente de las agendas políticas de los gobiernos y las agencias de cooperación multilateral. Y el resultado, después de años de falta de atención, es que hemos debilitado y hasta eliminado, le enorme capacidad que tienen la naturaleza y los ecosistemas para afrontar los impactos más perniciosos del cambio climático.
El próximo puerto en el que va a fondear nuestro barco es Daca, la capital de Bangladés, uno de los países más vulnerables a los impactos del cambio climático. Llegaremos el 9 de julio para una sesión de trabajo de la Comisión Global sobre Adaptación, que tendrá como anfitriona a la Primera Ministra Sheikh Hasina. El objetivo de la Comisión es aprobar el informe Acelerando la Adaptación: Un Llamado a la Acción Global, que delinea recomendaciones y acciones concretas para enfrentar este reto. Y nuestra misión en Daca es sumar a los otros Comisionados al reconocimiento del papel fundamental que tienen las soluciones que se apoyan en la naturaleza para favorecer la adaptación al cambio climático, soluciones que no solo son realizables, sino que además están al alcance de nuestra mano.
La hoja de ruta y las acciones recomendadas por la Comisión serán presentadas en la Cumbre Climática del Secretario General de la ONU en Nueva York en septiembre. El éxito en Nueva York depende de que se consolide una coalición de gobiernos, el sector privado, agencias de cooperación multilateral y la sociedad civil: una coalición transversal rara vez vista. Una coalición dispuesta a dar vuelta a la página de nuestros agravios y diferencias ideológicas con un propósito claro: asegurar nuestra sobrevivencia y la de centenares de millones de niños de futuras generaciones que aún no nacen. Una coalición que se compro meta a movilizar los enormes recursos necesarios para enfrentar el desafío de la adaptación al cambio climático en los países más vulnerables.
Nuestro dilema es irrefutable: si no protegemos a la naturaleza, no habrá soluciones que valgan para adaptarnos al cambio climático. La pregunta es: ¿seremos capaces de enfrentar este desafío? Nuestra respuesta es un rotundo sí. ¿Cuál es la suya?
1) Exsecretario de Hacienda y Crédito Público.
Comisionado en la Comisión Global
de Adaptación.
2) Vicecoordinador del Programa de
acción global para la protección del
medio marino de las actividades en
tierra de la ONU y Exdirector general
de WWF-México.