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Vivimos un momento en la historia de creciente complejidad. Nunca como ahora había sido tan difícil comprehender la realidad. La cantidad de acontecimientos nuevos, de cambios cada vez más acelerados se nos escapa de las manos.
Hace muy poco tiempo era inimaginable la idea de las denominadas redes sociales, hoy son un eje sobre el que rota una gran parte de la vida pública. Las transformaciones que han sufrido en las últimas dos décadas los sistemas económicos y políticos eran inimaginables hace relativamente poco tiempo.
Ante tales signos de los tiempos pareciera que las herramientas clásicas de teoría política, económica y social con las que hemos venido resolviendo los problemas y retos de la sociedad actual son insuficientes.
Hoy no es razonable esperar que los mercados desregulados den por sí mismos la tan anhelada prosperidad generalizada, como lo hacen constar ejemplos de crecimiento de la desigualdad en diversas partes del mundo.
Tampoco es razonable esperar que los gobiernos puedan por sí solos garantizar el crecimiento económico y social, que tengan la capacidad de intervenir en la economía con la fortaleza, eficacia o transparencia necesarias.
En ese sentido, se vuelve necesario redimensionar la idea de lo público como lo que es de todos los actores sociales y en donde todos ellos participan.
En una sociedad como la nuestra se tiende a confundir lo público con lo estrictamente estatal por contraposición a los particulares o los mercados.
La lógica imperante desde hace años en los sistemas político y económico es de contraposición entre particulares y gobiernos: los particulares buscan el menor grado posible de intervención de los gobiernos y los gobiernos buscan el mayor control posible sobre los particulares.
La contraposición absorbe la energía que debería enfocarse al bien común entre los actores que forman el conjunto de la sociedad. A largo plazo la contraposición se vuelve un juego de suma cero.
En realidad, lo que se ha olvidado es que lo público engloba y está por encima del Estado y del mercado, está formado por el interés de todos y todos estamos obligados a cuidarlo.
A efecto de entender con algo más de claridad la idea que se expone, un ejemplo: la Universidad de Oxford, institución con más de 800 años de historia y considerada entre las mejores del mundo.
Se trata de una universidad pública pero cuando nos preguntamos ¿de quién es?, ¿de qué presupuesto depende? la respuesta no la encontraremos en el Estado Británico o la Corona Inglesa, aunque en ocasiones cooperen en su desarrollo, tampoco la vamos a encontrar en la idea de unos dueños particulares que invierten en ella y obtienen algún tipo de utilidad —no— la Universidad de Oxford es pública porque es del cuerpo social, no es del Estado y no tiene dueños particulares identificados con tenencias específicas.
La Universidad de Oxford es el fruto de una serie de comunidades académicas, los colleges que la conforman. Todos participan en ella y todos son responsables de ella.
El redimensionamiento de lo público supone un cambio paradigmático complejo —estamos acostumbrados a la contraposición Estado-mercado— sin embargo, es necesario para superar la problemática socio-política actual que pareciera haber entrado en un callejón sin salida.
Rector de la Universidad
Panamericana-IPADE