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Es conocida la anécdota de que cuando se le preguntó a Shu-en-lay qué efectos había tenido la Revolución francesa, respondió: “Es muy pronto para saberlo”. Pero en México no necesitamos esperar tanto tiempo; podemos detectar cambios profundos aún antes de que ocurran, e incluso bautizarlos y saber quién será el adalid de la gesta. López Obrador no sólo prometió un buen gobierno, sino un cambio profundo, radical y definitivo del país hacia su plenitud y desarrollo. La autodenominada Cuarta Transformación resolverá lo que quedó pendiente en las tres anteriores. Pero ese proyecto despierta emociones totalmente encontradas; en la mayoría, esperanza o incluso seguridad de que daremos el salto hacia la modernidad, incluso en condiciones parecidas a la de los países escandinavos, como varias veces lo ha ofrecido AMLO. Para los escépticos se trata más bien de un regreso al pasado previo al neoliberalismo; el nacionalismo-revolucionario, un pasado idílico de desarrollo, crecimiento económico, justicia y honestidad. Pero para otros (yo incluido) sería una posible vuelta al populismo echeverrista y portillista. Para los más pesimistas las cosas podrían llegar a extremos como el chavismo, con las consecuencias conocidas. En esa óptica, la Cuarta Transformación será en realidad una versión adaptada de la revolución bolivariana, que ha sido exaltada por dirigentes de Morena. Para despejar la incógnita de qué se pretende y qué puede significar la 4T, el logotipo del gobierno propuesto puede enviar varias señales. Algunos se han quejado de la ausencia de mujeres en tiempos en que buscan ser reivindicadas como iguales a los hombres. Cierto, pero hay otros mensajes de fondo. Se destacan los líderes visibles de las tres revoluciones previas. De la Independencia se rescata la soberanía y el nacionalismo, así como un proyecto social de Morelos; de la Reforma se destaca la separación entre el Estado y la Iglesia (que en la 4T será comparable a la separación entre poder económico y político), así como los ideales republicanos. De Madero se reivindicará la democracia política y el sufragio efectivo (respetando la no reelección). Y de Lázaro Cárdenas se reivindica el proyecto de justicia social, si bien su régimen político no era nada de lo que Madero había proyectado, sino un autoritarismo modernizado e institucionalizado. Muchos piensan que justo lo que intentará AMLO será reproducir tanto como sea posible el régimen cardenista; concentración del poder y su institucionalización, el sacrificio de mecanismos democrático como vía para conseguir mayor justicia social y desarrollo económico. No se descarta por lo visto hasta ahora.
Así pues, se podría interpretar el nuevo logo como la búsqueda de ese pasado idílico, y la recuperación del modelo de desarrollo estabilizador cuando se crecía al 6%, bajo la inteligente dirección (en dos sexenios) de Antonio Ortiz Mena, tal como lo señaló López Obrador. Pero a Ortiz Mena los presidentes en turno le hacían caso. Fue Echeverría quien decidió que “la economía se manejara desde los Pinos”, sin atender a las directrices y prudencia de Hacienda. Y como en su momento dijo Gabriel Zaid, “Así fue… y así nos fue”. Ahora hay indicios de que AMLO decidirá por encima de las recomendaciones de Carlos Urzúa, como sucedió con el aeropuerto de Texcoco. Es decir, al parecer la economía se manejará, ya no desde los Pinos, pero sí desde Palacio de Gobierno. Para terminar, preocupa que el nuevo logotipo tenga el color de Morena; ¿nueva fusión de partido oficial y gobierno? No se descarta que si Morena gana en 2024 se mantendrá ese logotipo, pero incluyendo ya a AMLO. Como sea, de no conseguirse de manera satisfactoria las elevadas metas de la 4T, y de caer la “nueva” élite gobernante en la tentación de beneficiarse del poder (como ocurrió durante las otras tres revoluciones), habrá que esperar a que más adelante se geste una Quinta Transformación, que a su vez proclamará que, ella sí, redimirá a México de todos sus males.
Profesor afiliado del CIDE.
@JACrespo1