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De todos los riesgos a los que se enfrentan los migrantes que intentan cruzar la frontera con los EU, se debe de añadir uno que es tan cruel e indignante, como la política que implementó la actual administración federal, para separar a los padres de familia de sus hijos menores de edad. La única diferencia es que ahora, son ciudadanos americanos al parecer supremacistas, los que se han organizado en una especie de grupo de autodefensa, para evitar el paso de los migrantes dentro del territorio norteamericano.
Hay una nueva modalidad que están llevando a cabo estas personas que se han autoproclamado como United Constitutional Patriots en Nuevo México, mediante el cual, hacen patrullajes nocturnos en la zona limítrofe de la frontera, para ubicar, detener, interrogar e intimidar a familias de migrantes indocumentados, y posteriormente, ponerlos a disposición de la patrulla fronteriza que los termina deportando en el acto.
Por la forma en la que operan, es claro que tienen apoyo y orientación legal, dado que actúan al filo de la navaja. Si bien es cierto no apuntan con sus armas a los migrantes, si es cierto que los someten al grado de hacerlos arrodillarse, limitando y violentando con ello, diversos derechos fundamentales de los indocumentados, que la Constitución de los EUA les reconoce ampliamente, con independencia de su estatus de estancia legal.
En principio, ninguna persona puede suplantar las competencias de autoridad alguna, dado que, en ese país el rule of law, su estado derecho, no permite que nadie haga justicia por cuenta propia, lo cual incluye realizar acciones coercitivas que son facultad exclusiva del Estado, por medio sus corporaciones policiacas y de seguridad. En estricto derecho, ni Superman ni Spiderman, podrían ni deberían suplir las responsabilidades de la patrulla fronteriza.
Estos grupos de autodefensas migratorias, según diversas notas periodísticas, son en su mayoría ex combatientes de guerra, van vestidos con uniformes militares y armados, incluso, tienen retenes, que curiosamente le llaman, camps, en donde comenten actos cargados de xenofobia, discriminación y racismo, sin tener una sola gota de compasión o humanidad para orientar a familias que corren de sus lugares de origen, para encontrar mejores condiciones de vida en otro país al que deciden migrar por necesidad, más que por gusto.
En el país que histórica y políticamente se reconoce por haber impulsado la libertad del hombre, para acabar con la injusticia que daba el abuso y la arbitrariedad del poder unipersonal, queda mucho a deber con los fundadores de su sistema constitucional, porque actúan en contra de los derechos y valores que son universalmente reconocidos en toda democracia que respeta la dignidad humana, como un derecho y como parte de lo que hemos llamado civilidad, tolerancia frente a la diversidad y la inclusión de una sociedad que por muchos años se le reconoció por ser abierta al mundo que es amplio, pluricultural y multiétnico.
Me pregunto, cuáles son las razones para actuar con tanto odio en contra de grupos de personas que buscan una oportunidad de vida que no lograron encontrar en sus lugares de origen. La ignorancia, el prejuicio, la inercia social y probablemente la consecuencia de un discurso que incita a rechazar la diferencia en todos los sentidos y por todos los medios, negando con ello, buena parte de la historia de un país que se construyó principalmente por la fuerza de la migración y la diversidad.
Es muy probable que con el inicio de las campañas electorales para la renovación o bien reelección de la presidencia, el sentimiento anti-migrante, volverá a crecer tanto en el mensaje, como en la interacción social, en especial en aquellas ciudades en donde hay poca diversidad multicultural.
Como sea, después de la elección el fenómeno migratorio seguirá igual o peor, porque simplemente no hay esfuerzos reales por atender sus causas de raíz.
Cónsul General de México en Nueva York.
@Jorge_IslasLo