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Hay temas que en una democracia exigen discutirse. Son aquéllos donde se sientan precedentes que envían señales equivocadas a inversionistas nacionales o extranjeros, o son aquéllos que implican altos costos presentes y futuros con cargas inmerecidas a las próximas generaciones. Y por ello el debate público sobre la construcción de la refinería de Dos Bocas no puede escaparse.
Ad nauseam lo obvio se ha discutido: Pemex, lastre heredado, tiene mejores opciones de invertir esos escasos recursos para incrementar: la producción de hidrocarburos, las reservas probadas, el volumen de gasolinas con la reconfiguración de las refinerías existentes; o darle el mantenimiento mayor a las refinerías para elevar su baja utilización y con ello producir más que lo que promete Dos Bocas. Lo que ahora necesitamos analizar y debatir son dos aspectos básicos que se han olvidado: uno, la alternativa a esos recursos escasos en términos regionales, y dos, la fragilidad a la que nuestro país quedaría expuesto al no activarse los contrapesos existentes. La alternativa a Dos Bocas es empezar a compensar el elevado daño que han infligido las malas inversiones de Pemex a dos entidades federativas: Tabasco y Campeche. La fracción de recursos que nuestro federalismo fiscal ha devuelto a estos dos estados, independientemente del desperdicio del que se han encargado sus gobiernos estatales y municipales, ha sido mínima. Por eso no debe sorprender que la mezquindad del federalismo colonial aplicado impide ahora a tabasqueños y campechanos a contribuir al crecimiento económico del país y a elevar sus niveles de vida.
Supongamos que la idea de Dos Bocas, más que la construcción de la refinería per se, trata de invertir en una región que por justicia distributiva necesita ser reintegrada al desarrollo del país, pero que además tiene eventos adversos de la naturaleza. Es el caso de Tabasco, y en particular el municipio Centro en el cual está Villahermosa, expuesto continuamente a severas y recurrentes inundaciones. Esto afecta el potencial y el atractivo de inversiones que faciliten otras actividades productivas para diversificar e incluso reinventar Tabasco. Se requiere de nueva obra civil y programas, además de modificar conductas de productores agropecuarios y forestales que han acelerado el azolvamiento del sistema de presas que incluyen a la Angostura, Chicoasén, Malpaso y Peñitas.
Además Tabasco, Campeche y Chiapas requieren de proyectos que superan por mucho la nula rentabilidad de Dos Bocas. Por cierto, tubería, calderas, válvulas, computadoras, sistemas de cómputo y comunicaciones requeridos, no se fabrica en ninguno de esos estados. ¿Entonces cuál es el beneficio para el desarrollo regional?
Dos Bocas también deja expuesto a nuestro país a la falta de contrapesos y a la falta de congruencia con el objetivo de crecimiento económico del 4% en promedio anual. Por lo tanto, Dos Bocas en lugar de atraer inversión al país la espanta. Para empezar, si los gobernadores actuales de las entidades federativas amaran tantito a su población, estarían abogando porque esos recursos escasos se invirtieran en la infraestructura que conectara mejor a esas entidades entre sí; que se dotara de mejor infraestructura a la educación media, media superior y superior, y se reorientara a la formación de técnicos e ingenieros que generarían miles de empleos por empresas que buscarían establecerse ahí. Los estados que han crecido en los últimos lustros como economías del sureste asiático, Querétaro, Aguascalientes, y Guanajuato, así lo han venido haciendo.
La Cámara de Diputados y el Senado de la República, pese a sus mayorías aplastantes, tienen legisladores suficientes para ejercer su papel de contrapeso y exigir el cumplimiento de la Constitución. El artículo 134 para impedir el desperdicio exige licitaciones públicas y obliga a “asegurar a el Estado las mejores condiciones disponibles en cuanto a precio, calidad,..”. La Auditoría Superior de la Federación (ASF) tiene el privilegio de evitar fincar responsabilidades y exigir reparación de daños a los funcionarios que firmen las autorizaciones del proyecto de Dos Bocas, y con ello mostrar que la ASF no sólo atiende el pasado, sino que tiene la capacidad y la proactividad para evitar daño al erario. Esas sí serían señales alentadoras para atraer y reactivar la inversión nacional y extranjera que tanta falta nos hace.
Economista. @jchavezpresa