Han transcurrido 40 meses desde que el precio del petróleo se desplomó de 105 dólares por barrill (dpb) a 30 dpb, para luego estabilizarse en una banda entre 45 y 50 dpb. Son 35 meses desde que el precio del gas natural en Texas cayó por debajo de 4 dólares por millón de BTU’s. El colapso de los ingresos propios de Pemex fue masivo e inmediato, de 293 mil 730 millones de pesos (mdp) en el primer trimestre de 2014 a 174 mil 988 mdp en el mismo trimestre de 2015, esto es 40.4%. La petrolización de las finanzas públicas implicó que, de manera concomitante, los ingresos petroleros del gobierno federal cayeran en 365 mil 990 mdp, equivalentes a 2.2% del PIB.
Desde entonces, las industrias globales de exploración y producción de petróleo y gas han registrado múltiples cambios tecnológicos y de mercado. Gradualmente se afirma la noción de que un precio de 45-50 dpb sería una referencia razonable para el largo plazo (“lower for longer”), lo que ha ido afianzando los parámetros financieros fundamentales e induciendo la búsqueda de más eficiencia de las empresas petroleras y gaseras, así como mayor innovación tecnológica.
La producción y consumo de gas natural se ha ubicado como central en la industria petrolera, no como periférica como fue hasta ahora. El consumo de gas natural se ha ido profundizando globalmente, por sus indudables ventajas ambientales, bajo costo relativo, y rápida expansión de infraestructura. La industria mundial lo ubica ahora como la alternativa al petróleo y promueve su consumo en más regiones y para más actividades (generación eléctrica, refrigeración, transporte, entre otros). América del Norte se ha consolidado como referencia obligada del mercado, a partir de su producción de gas de lutitas y explotaciones “no convencionales”.
Hay una sensación de que las perspectivas para el sector de hidrocarburos están relativamente “aisladas” o blindadas de los conflictos geopolíticos en el ámbito mundial. Esto queda de manifiesto cuando se observan las limitadas fluctuaciones de sus precios ante crisis como las de Venezuela, Irán, Rusia, y la de Irán-Qatar-Arabia Saudita. Incluso la incertidumbre introducida por la administración del presidente Trump no ha causado movimientos mayores en los mercados de energía, a pesar de la angustia que hay, sobre todo fuera de Estados Unidos, sobre el desempeño y la política exterior de dicho gobierno (Corea del Norte, Irán, Venezuela).
Hay opiniones diversas acerca de cuánto durará esta situación de “calma chicha” en el entorno de los mercados internacionales, pero hay coincidencia de que no habrá cambios relevantes antes de 2019 para el petróleo, y antes de la próxima década para el gas. México no debe dejar pasar esa oportunidad para llevar a cabo los cambios que le permitan iniciar el próximo ciclo de la industria de hidrocarburos con una posición sólida.
La reforma energética lo está logrando en cuanto aprovechar la eliminación de la exclusividad de Pemex para atraer nuevos inversionistas a la actividad de exploración y producción de petróleo y gas, así como al sector de logística y comercialización. No sucede lo mismo en Pemex. Apenas hace semanas se resolvieron tres “farmouts”, además del de Trión, que viene de diciembre de 2016. Dado el número y volúmenes de las asignaciones de Pemex, esto es apenas un inicio incipiente.
Es necesario acelerar el proceso a partir de una visión estratégica de las perspectivas de los mercados internacionales de hidrocarburos, en especial de gas natural, del que Irán tiene las mayores reservas en el mundo, y ha anunciado un programa agresivo para explotarlas, aumentando su producción en 10.5 bcf por día para 2021, por medio de 25 contratos. Qatar es otro participante que será relevante en el mercado, aunque no está claro todavía cuánto. De particular relevancia para México son las enormes reservas de la Cuenca de Permian, y su flexibilidad para ponerlas en producción. México importa hoy 4.2 bcfd, y las proyecciones sugieren que alcanzará 5.4 bcfd para 2021, si bien hay yacimientos que hasta ahora no son explotables comercialmente.
El mundo vive una “calma chicha” en materia de estabilidad de los mercados internacionales de hidrocarburos. No es razonable pensar que esa situación será permanente, por lo que conviene actuar hoy para no desperdiciar oportunidades la próxima década.
Socio fundador de GEA Grupo de Economistas y Asociados / StructurA