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Los católicos y los ortodoxos acostumbramos a decirles “padre” al sacerdote, a pesar de que Jesús dijo que se debía reservar esa palabra para el único verdadero Padre, que está en el cielo. Y la Iglesia se define como “madre”, esposa espiritual de Cristo. Estas relaciones que remiten a la familia tradicional: padre, madre e hijos, llevan a Serge Besancon a una reflexión demasiado interesante sobre la pedofilia de los sacerdotes “perversos”. En la revista Commentaire de primavera 2019, acaba de publicar “La Iglesia, esposa y madre en la crisis de los sacerdotes perversos”. Un artículo interesantísimo que compara esa crisis a lo que pasa en una familia ordinaria, una familia humana, cuando el padre impone relaciones incestuosas a sus niños y niñas.
Un análisis fríamente clínico, de tipo médico para ayudar a la enferma y curarla. Pregunta por qué la Iglesia –y la sociedad católica– tardó tanto en reconocer la existencia de la plaga e intentó, primero, decir que el vecino hacía lo mismo: las otras Iglesias, los profesores, los médicos, entrenadores, psicoanalistas. Ciertamente, muchos pedófilos no son sacerdotes, pero “una sola cosa caracteriza verdaderamente estos actos “pedofílicos” es que ocurren en el seno de la Iglesia católica romana”. El problema es, pues, la Iglesia misma y su actitud frente a la crisis. Para el autor, la Iglesia se comporta como las madres, las esposas de familias incestuosas y eso es lo que deben entender el Papa, los obispos, los sacerdotes y el pueblo cristiano, si quieren encontrar una terapia.
Una joven psicoanalista que, desde su primer trimestre de práctica, ha enfrentado con niños y niñas de escuela primaria los abusos incestuosos, me ayudó mucho a entender lo que dice Besancon. Ella me contaba que la primera reacción de la madre, cuando alguien —no su hija, no su hijo— le dice que tiene un esposo incestuoso, es la incredulidad. ¡No es posible! Y el enojo, la ira contra la persona que habla, y contra el niño que “dice cualquier cosa”. Esa madre, esa esposa no supo nada, no vio nada. Segundo caso, sospecha algo, pero prefiere no elucidar. Tercer caso, muy raro, ella sabe todo y no hace nada. Mi guía me explicaba que lo había encontrado en familias alcohólicas o mentalmente disminuidas.
Bueno, nuestro autor dice de manera convincente que la Iglesia se porta como la madre que no lo puede creer, se niega a creerlo. Si el “Padre” jura que no es cierto y no hay prueba, la Iglesia rechaza la acusación y puede llegar a condenar a la víctima o al acusador. Es catastrófico. El predador continúa con toda impunidad y ahora sabemos de sacerdotes que lo hicieron durante diez, veinte años. Esa Iglesia deja de ser madre y esposa. Es cómplice. Tal fue la reacción de los papas, de Juan XXIII a Juan Pablo II, en el caso de Marcial Maciel. Fue la primera reacción del Papa Francisco en su viaje a Chile.
Cuando debe aceptar la realidad de los hechos, su primera reacción, como la de muchas familias, es de evitar el escándalo, a toda costa. Eso desemboca fatalmente, un día, en un escándalo mayúsculo, el que afecta a la Iglesia desde hace unos veinte años y que no termina, porque no sabe cómo resolver la crisis. Históricamente, intentó “lavar la ropa sucia en familia”. ¡Magnífica expresión! “En familia”. Se indemniza a la víctima, lo que es una forma de “compra” del silencio y se desplaza al “padre perverso”. Como en muchas familias cuyas víctimas nos cuentan, apenas hoy, muchos años después de la muerte del padre incestuoso, lo que han sufrido. Recuerdo cómo, en mi lejana juventud, el cura de la más cotizada parroquia de mi ciudad provinciana era, a la vez, el muy amado capellán de los escouts; de repente, fue transferido a un pueblito. Años después, supe que un padre de familia le creyó a su hijo, mi compañero, más joven, cuando le dijo que el sacerdote… Resulta que el hombre era amigo de un importante ministro de aquella Cuarta República francesa, nada menos que Francois Mitterand, padrino de su hijo. Fue a ver al arzobispo y le dijo que, o corría al cura o él daba una conferencia de prensa. Nada mala su conducta, pero típicamente insuficiente, y tristemente general la reacción de la Iglesia. ¿Habrá cometido más “incestos” aquel “padre”? No lo sé. Lo más probable es que sí. Creo que seguiré con el tema, si es que les interesa, estimados lectores.
Nota Bene:
Seis miembros de la Gran Familia de Zamora cumplen hoy cinco años en la cárcel, sin juicio.
Historiador