¿Caerá no caerá? ¿Se irá a la buena o a la mala? Lo que sí conocemos es lo que ha hecho Nicolás Maduro desde que murió Hugo Chávez en 2013. Cuando el Comandante Chávez regresó del hospital cubano, en la fase terminal de su cáncer, anunció en televisión: “Mi opinión tan clara como la luna llena, mi opinión irrevocable, absoluta y total, es que deben elegir de presidente a Nicolás Maduro, en cuanto yo no pueda más”. Así llegó al poder, quién era entonces vicepresidente, después de haber sido secretario de Relaciones; nadie se lo esperaba porque habían olvidado que, a la hora del fracasado golpe de Estado contra Chávez, durante la breve detención del Comandante, aquel había dicho a sus fieles que debían obedecer al “Verde”, es decir, a Nicolás Maduro, entonces jefe del sindicato de choferes de autobuses.

Nacido en 1962 en un barrio obrero de Caracas, recibió una formación política en Cuba y manifestó siempre una lealtad absoluta a ambas revoluciones, la bolivariana y la castrista, como “el Comandante eterno”, Hugo Chávez, el hombre que Fidel parece haber querido como a un hijo. El 5 de marzo de 2013, cuando muere Chávez, Maduro asume el interinato presidencial, antes de ganar las elecciones presidenciales del 14 de abril, con una escasa ventaja, el 1% de los votos, cuando mucho.

El hombre del cual, discretamente, se burlaban los compañeros, mientras estuvo en vida Hugo Chávez, sorprendió a todos por la firmeza con la cual agarró el timón para no soltarlo. Resistió hasta fragmentar de mil maneras una oposición netamente mayoritaria en las elecciones parlamentarias de 2015; ya no resistió sino reprimió con mano dura las grandes manifestaciones de protesta, pacíficas al principio, violentas frente a la represión: con la mano en la cintura ordenó acabarlas a balazos y encarcelar a los líderes más visibles de una oposición que se definía como “resistencia” al “dictador”. Así preparó su reelección en unas elecciones totalmente manipuladas, el 20 de mayo de 2018.

Resistió a una crisis económica tan prolongada y tan profunda que ha instalado al país en una verdadera tragedia humanitaria marcada por el hambre y la escasez de medicinas. Lo justifica todo en nombre de la “promesa que le hice al presidente Chávez de lealtad eterna hacia él y su proyecto para la patria”. De hecho, el desprecio por las instituciones democráticas, la cárcel o el exilio para los opositores, la admiración para el régimen cubano, las estrechas relaciones con Moscú y Beizhing, manifiestan sin la menor duda que cumple fielmente su promesa. Es mucho más duro y más cruel que Chávez.

“¿Cómo puede dormir en la noche con tanta sangre en sus manos? Y no hablo únicamente de los camaradas matados en las manifestaciones, sino de los niños que mueren de malnutrición o por falta de atención en los hospitales”. Palabras de un líder estudiantil. Según la historiadora Margarita López Maya, “subestimamos totalmente a Maduro. Creían que era un ignorante débil, cuando, a fuerza de represión y corrupción, con el apoyo del ejército y de los consejeros cubanos, ha logrado sobrevivir. Es un sobreviviente”. ¿Hasta cuándo?

Hoy tiene el apoyo, aparentemente sin falla, porque tienen mucho que perder con su caída, de Rusia y China. El costo para Venezuela es muy alto, porque tuvo que ceder a Putin soberanía sobre activos y operaciones en los campos de petróleo del Orinoco, y también en el Arco Minero amazónico. Se rumora que le mandó también (¿precaución para un futuro exilio?) mucho oro. Cuando Trump amenaza con una intervención militar estadounidense, le hace el juego tanto a Putin como a Maduro que pueden denunciar al imperialismo yanqui. Por eso, a Maduro le hace lo que el viento a Juárez, la condena de las principales organizaciones democráticas del mundo. Invoca el apoyo que le ha prestado en varias ocasiones el expresidente español José Luis Rodríguez Zapaero, el apoyo de Podemos y el auxilio indirecto del gobierno mexicano que se esconde detrás de una lectura hipócrita de la doctrina Estrada. Está muy lejana la época de un presidente Calles que mandaba, secretamente, es cierto, pero muy efectivamente, a un general, oficiales y soldados mexicanos para luchar contra la dictadura en Nicaragua; fue aquel general mexicano que le dio el águila de general a Sandino.


Historiador e investigador del CIDE.
jean.meyer@ cide.edu

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