Pues aquello de la amnistía a criminales que plantea López Obrador va en serio. No fue un desliz o una frase “fuera de contexto”. Lo reiteró el domingo cuando sorpresivamente fue ungido como candidato a la Presidencia de la República. ¿Qué busca AMLO con eso? ¿De veras cree que así podría pacificar al país? ¡Por supuesto que no! En realidad se trata de un guiño a la delincuencia organizada para ofrecerle, desde ahora, perdón y olvido. ¿A cambio de qué? Pues no es difícil pensar que es a cambio de financiamiento y movimiento territorial de cara a los comicios de julio, sea para promover o inhibir el voto, según se trate.
No es una idea descabellada. Andrés Manuel ha dado muestras de que él no es un político de principios sino de ocurrencias y conveniencias. Es del más descarado pragmatismo. Primero descalificó a varios como integrantes de la famosa “mafia del poder” para luego ser bienvenidos en su proyecto.
Ha dicho que “cancelará” la reforma educativa por considerarla un insulto al magisterio. Y claro. ¿A quién se le ocurre quitarle prebendas al sindicato para vender o heredar las plazas de maestros? De ahí que logró unir en su misma causa a la procesada maestra Elba Esther Gordillo (con yerno y nieto incluidos) y a la disidente Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).
Pero la cosa no queda ahí: nos enteramos el domingo que en la lista plurinominal de candidatos al Senado por Morena aparece en un cómodo sexto lugar el impresentable líder del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Napoleón Gómez Urrutia (Napito). Este hombre, que jamás fue minero, es acusado de haber desviado y robado 55 millones de dólares de un fideicomiso destinado a beneficiar a trabajadores de su gremio. El dirigente se encuentra en Canadá desde principios de 2006 en un dorado autoexilio que no le ha impedido seguir con sus perversas prácticas de extorsión y chantaje en perjuicio de la productividad y estabilidad laboral.
Me consta cómo fue que, a cambio de levantar sendas huelgas estalladas el 30 de julio de 2007, por supuestas violaciones a condiciones generales de seguridad e higiene en las plantas de Cananea, Taxco y Sombrerete, pidió a través de sus abogados 100 millones de dólares como compensación por el daño causado a la imagen de su impoluto liderazgo. Esto sucedió en mi propia oficina cuando yo era titular de la Secretaría del Trabajo, en tiempos del Presidente Felipe Calderón. Obviamente no le fue concedido su capricho pero tampoco levantó las huelgas.
La invitación de AMLO a Napito significa su retorno triunfal a México, a un escaño senatorial, para desde ahí seguir extorsionando con su consecuente fuero constitucional. Es la #AmnistíaVIP.
Nuevamente pregunto: ¿a cambio de qué tan generosa oferta por parte de López Obrador? Pues seguramente también a cambio de dinero para la campaña y presencia e intimidación en zonas mineras en las que su sindicato sigue teniendo influencia.
Así pues, ya está con Andrés Manuel lo más rancio del sindicalismo mexicano, apartados A y B del artículo 123 constitucional: Napoleón Gómez Urrutia y Elba Esther Gordillo. Bonita señal de quien ofrece acabar con la corrupción en México. Que conste.
Senador de la República