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Ahora los edificios crecen, viven y respiran, palpitantes de una vida vegetal, que a su vez es el hogar de otros seres vivos.
Estudiantes de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Texas en Austin y voluntarios del Centro de Investigación de Flora Silvestre Lady Bird Johnson han instalado una ‘pared viviente’ en una esquina del edificio Goldsmith Hall del campus.
El muro viviente
Este muro, de una innovadora estructura con celdas hexagonales similares a un gran panal de abejas, tiene en su interior plantas nativas de Texas y está destinado a investigar el papel de la arquitectura en la ecología y, de paso, reforzar el compromiso con el diseño arquitectónico verde, según la UTSOA.
Este proyecto de cinco años, que comenzó en 2015, servirá para embellecer el edificio donde se asienta y además será el hábitat de distintas especies, ofreciendo beneficios medioambientales, según sus diseñadores.
El proyecto living wall, desarrollado bajo la tutela por el entonces decano de la UTSOA, Frederick Fritz Steiner y por la profesora Danelle Briscoe, aportará “una nueva visión de la flora y fauna nativa de Texas, del diseño verde y de la sostenibilidad medioambiental”, según Steiner.
El proyecto, en el que también participó el difunto ecologista Mark Simmons, del LBJWC, "busca indagar de qué modo la ecología y la arquitectura pueden influenciarse entre sí", Fritz Steiner, quien actualmente es decano de la Facultad de Diseño, de la Universidad de Pennsylvania.
La tesis consiste en que, a menudo, las edificaciones tienen impacto negativos en los sistemas naturales pero “creemos que esto puede ser revertido por medio de un diseño que preste unos mejores servicios a los ecosistemas”, asegura.
“Originalmente, la pared viviente fue pensada para un estacionamiento y podría ser un buen punto de partida, porque los garajes necesitan desesperadamente un mejor diseño”, según Steiner, quien añade que este sistema podría usarse en casi todos los tipos de edificios, e incluso estuvo probando uno en su casa de Austin.
Los diseñadores han seleccionado una variedad de plantas nativas tejanas que no se destacan por su impacto visual, pero que son resistentes al calor de Texas, una zona propensa a la sequía y con un clima que no es precisamente indulgente con las plantas, como variedades carnosas, arbustos, trepadoras y hierbas, de acuerdo a la UTSOA.
Panal de abejas, pequeño hábitat
Para asegurarse el éxito de la pared vivientes, sus diseñadores desarrollaron una estructura arquitectónica con forma de panal de abejas, con 148 celdas o contenedores hexagonales de tierra, “especialmente concebidos para alojar una mayor cantidad de sustrato o tierra que la que se emplea habitualmente, algo vital para nutrir las plantas del clima subtropical de Austin”, añade.
Otra de las características únicas de esta pared, según la UTSOA, es que las plantas que alberga han sido elegidas cuidadosamente para atraer y proporcionar refugio a lagartijas, colibríes, mariposas, pájaros cantores, y aves rapaces, como halcones y búhos, entre otros exponentes de fauna benéfica para el ambiente.
Además de beneficios estéticos, la pared viviente proporcionará al edificio Goldsmith Hall una mayor frescura, ayudará a mitigar el impacto de las tormentas, a amortiguar el ruido y servirá de filtro de aire natural, capturando las partículas en suspensión, los compuestos orgánicos volátiles y el monóxido de carbono, a medida que pasan por las celdas, según la UTSOA.
Esta pared, situada frente una calle muy transitada, será monitorizada mediante sensores e instrumentos. Los datos obtenidos serán analizados para valorar la futura implantación de este tipo de pared en otros lugares de la zona.
“El enfoque en otras especies, además de los seres humanos, ha sido un factor importante en el diseño de la pared viviente, ya que los diversos hábitats para animales locales que forma parte de su estructura, permitirán experimentar la arquitectura como una incubadora biológica”, señala Danelle Briscoe.
“Nuestro propósito es instalar esta estructura en todos los estacionamientos donde sea posible, pero en verdad podría probarse en muchos otras estructuras y tipos de edificios, incluso en jardines de techo”, asegura la arquitecta líder de este proyecto.
Según Briscoe, “podemos imaginar una futura pared viviente que no solo aportará especies autóctonas, sino que además funcionará como un jardín vertical para una comunidad determinada”, adelanta.
Llegan los techos-jardín
Por otro lado, investigadores de la Universidad Autónoma de Chiapas, han desarrollado techos verdes, que mantienen el interior de las viviendas 17 grados centígrados, es decir, más fresco que la temperatura del exterior, según este grupo de investigación denominado Componentes y condicionantes de la vivienda.
El techo verde es un jardín que se coloca en las azoteas y que, según sus creadores, presenta múltiples ventajas, dado que esta cobertura vegetal se instala sobre la superficie más amplia de la casa expuesta al sol, protegiéndola de la radiación solar, a diferencia de los techos de concreto, que concentran el calor.
Además, este techo puede sustituir a los impermeabilizantes en algunos tejados y ayudar a reducir el fenómeno conocido como islas de calor en las ciudades, consistente en que las planchas de cemento calientan el aire y elevan la temperatura de las zonas urbanas, según sus creadores.
Añaden que, asimismo, disminuye la velocidad de escurrimiento del agua, lo que contribuye a evitar las inundaciones en los centros urbanos y a recuperar el agua de lluvia.
El doctor Gabriel Castañeda Nolasco, profesor de Ingeniería Ambiental de la Universidad Autónoma de Chiapas y miembro del grupo investigador en el que participan otras siete universidades mexicanas, señala que “en los techos verdes se utiliza plástico PET reciclado para atrapar las raíces y evitar que rompan los techos”.
“Las botellas de plástico PET, que se utilizan en este sistema además sirven para elevar el sustrato (tierra) y tienen la ventaja que pesan poco”, según este investigador.
Este sistema, que según sus creadores, tiene una durabilidad comprobada de al menos 14 años, puede ser colocado sobre una losa de concreto o sobre techos de madera, e incluye una capa que permite que circule el agua, un filtrante que evita que se escurra el sustrato y una capa vegetal.
“El techo verde también ayuda a conservar la biodiversidad local, pues en una de estas estructuras en la que se sembró el denominado 'pasto de alfombra', en ocho años aparecieron 22 especies distintas de plantas endémicas, contribuyendo a crear un microclima agradable en zonas secas”, concluye Castañeda.