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La encarnación de lo divino en el mundo es permanente.
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El acto de nacer y el acto de morir están fuera del tiempo.
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En el ocaso está ya implícito el amanecer.
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Como profesor se aprende: ¿para qué preguntar lo que sabes que no saben?
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En ocasiones —qué doloroso— es una tragedia la que nos abre la puerta a lo esencial.
