Los políticos aprenden pronto a evadir el cumplimiento de lo que ofrecen en campaña y las responsabilidades subsecuentes. Asistimos al espectáculo de quien, a tan solo cinco meses de asumir la presidencia, cinco meses señala tantas veces hacia el pasado que parece no estar dispuesto a ver adelante, mucho menos a aceptar desaciertos y corregirlos.

A Francois Miterrand no le fue bien los primeros dos años de gobierno, pero logró rehacer la conducción gubernamental de la República Francesa. Con el cambio de política vino el del gabinete, el gobierno modificó el discurso, suavizó la proclama socialista, impulsó la economía y logró un entendimiento entre empresas y sindicatos. Algo parecido hizo Felipe González en España. En nuestro país, unas pocas frases recitadas como salmos mañaneros no permiten comprender el porqué de numerosas decisiones hechas contra toda lógica e incluso contrarias a la Constitución y la ley. La sociedad mexicana nunca había estado tan confundida y enfrentada como ahora.

En el poder, las responsabilidades pesan distinto a como se ven antes de ejercerlo. Es necesario impulsar el dinamismo, sin despreciar o hacer pedazos los equilibrios y desaparecer lo que funcionaba. Culpar al pasado no es recurso nuevo. Lo vimos también en otras épocas, con mayor o menor intensidad, Pero AMLO prometió ser diferente.

Mitterrand observó a tiempo los fracasos en el rumbo económico de su país, el avance del desempleo, con el franco devaluado al cien por ciento; pidió la renuncia de todo su gabinete, abandonó el discurso inicial reconoció errores y cambió programa y rumbo. Pasó a la historia como un gran presidente de Francia que supo rectificar a tiempo y recuperar la confianza de los electores.
Felipe González asumió sus desaciertos y cambió. Ambos personajes comparten la estatura del estadista que escucha las voces críticas y disidentes, les da dimensión y sentido, incorpora las mejores propuestas en la toma de decisiones, asume riesgos y no se engolosina ni se atrinchera en la adulación que todo político recibe de sus incondicionales.

Los errores presidenciales de Mitterrand y de González, fueron también factores de su aprendizaje, ambos hicieron suya la reflexión de que se aprende más de las equivocaciones y los fracasos que de las victorias y aciertos. El poder envanece, ciega y aturde a quien lo ostenta. Cambiar y acertar exige sensibilidad y capacidad para escuchar, para atender los reclamos sociales.

La matanza de Minatitlán hace unos días, que se integra a cifras récord en homicidios dolosos, exhibió una actitud lamentable del gobierno actual y del gobierno veracruzano: la de culpar a las administraciones anteriores de lo que ocurre en la actual, sin asumir responsabilidad alguna. La realidad y el presente parecen no existir.

Ni la sola presencia de AMLO a partir del primero de diciembre, ni la proclama de honestidad han generado un efecto reductor de la violencia como él pensaba, más bien el resultado ha sido un mayor incremento de delitos de alto impacto. La 4T no cree que la reducción de la impunidad es por donde debe transitar cualquier nuevo proyecto de seguridad pública; hasta ahora las promesas que repitió una y otra vez en campaña como acabar con la corrupción, la inseguridad, la violencia, fomentar el empleo, bajar la gasolina, entre otras que no se han cumplido. Más bien los resultados son adversos y dejan claro que no es lo mismo prometer que cumplir. Insiste que la causa de la violencia desbordada, es la pobreza (culpa del neoliberalismo) como si los pobres fueran delincuentes. La realidad desmiente al gobierno y si éste cree que con la Guardia Nacional se resolverá el problema otra vez está equivocado. El gobierno repite los errores del pasado y por lo mismo cosechará los mismos fracasos.

A 150 días de gobierno el desempleo ha crecido, la economía se encuentra estancada y en decrecimiento, en esta ciudad ya rebasa el 5.6 por encima de la media nacional por el bloqueo gubernamental a la construcción y con acciones como el famoso memorándum inconstitucional, la desconfianza en su gobierno se incrementa y las inversiones no fluyen. Que tome conciencia que los números de su gobierno y la realidad no le favorecen, que escuche y atienda las críticas, que se informe que no hay un solo detenido por corrupción, no obstante que todos los días lo saca a colación aunado a que ya se señalan hechos de corrupción en su gobierno.

Los que criticamos no somos sus enemigos como afirma “El Fisgón”, somos ciudadanos a los que su gobierno debe servir y escuchar. Por ello ante todos los indicadores negativos de sus primeros días de gobierno, lo único que podemos pedir al Presidente es que se informe y asuma su responsabilidad en tiempo presente, que deje de escudarse en las ineficiencias del pasado, porque este es un paraguas que ya no produce sombra.

Aspiramos a disfrutar y vivir en nuestro país con mejor calidad de vida, de educación de salud, con seguridad, empleo y crecimiento económico. Rectifique. A todos nos conviene que a México le vaya bien.

Exprocurador General de la República

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