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México es la décimo quinta economía a nivel mundial y un estudio de PricewaterhouseCoopers asegura que para 2050 podría ubicarse dentro de las primeras 10 economías del mundo debido a su rápido crecimiento. Sin embargo, el crecimiento económico del país no ha logrado traducirse en bienestar social. En general, a nivel mundial las personas se están quedando al margen de la reactivación económica, de acuerdo con el Informe Anual de Oxfam en 2016.
América Latina es la región más desigual del mundo y México no es la excepción. Nuestro país se ubica dentro del 25% de los países con mayores niveles de desigualdad en el mundo, y uno de los dos más desiguales de la OCDE. De acuerdo con la CEPAL, las brechas que enfrentamos en la región son estructurales. La productividad e infraestructura son deficientes y existe una alta segregación en la calidad de los servicios de educación y salud, a la vez que la brecha de género y desigualdades territoriales se ensanchan, y el impacto del cambio climático afecta desproporcionadamente a los sectores más pobres de la población.
La economía mundial va creciendo a la par de la llamada Cuarta Revolución Industrial, que ha supuesto la automatización de muchos procesos gracias a los avances tecnológicos. De acuerdo con el Foro Económico Mundial, este fenómeno provoca mayor desempleo en cada vez más sectores de la población y se estima que lleve a la pérdida de cinco millones de puestos de trabajo en los próximos tres años. La OCDE ha identificado que 9% de los trabajos en los 21 países que la conforman son potencialmente automatizables. Es difícil asegurar que las consecuencias de esta revolución han sido todas positivas para el bienestar social.
Al respecto, la consultora McKinsey ha revelado que México es uno de los que más sufrirá por la automatización de los procesos, pues 52% de los empleos corren el riesgo de ser reemplazados por máquinas. Tan sólo en el sector industrial, una de las principales fuentes de empleo en el país, 64% de los empleos está en riesgo. Estas cifras nos ubican como el séptimo país más amenazado en el mundo por este motivo.
Asimismo, según economistas del Banco Mundial, la tecnología ha reforzado el “techo salarial” y para atravesarlo es indispensable cambiar los tipos de trabajos que realizan las personas. Ello puede lograrse a través de la educación y la capacitación que impulsen actividades que no podrán ser automatizables en el corto plazo. Sin embargo, recordemos que la misma utilización de las nuevas tecnologías tiene también la capacidad de propiciar la creación de empleos. En ese sentido, afirman que si no comenzamos a realizar los cambios necesarios, en medio siglo la economía mundial estará marcada por aun más desigualdad.
El reto no es menor. Es preocupante que de 2016 a 2017, el presupuesto para el desarrollo de ciencia, tecnología e innovación en México se ha reducido en casi un 10%. Nuestro país debe concentrarse en diseñar las políticas públicas que conduzcan a la innovación y desarrollo de nuevas tecnologías, así como la mejora continua de la educación que impulse las primeras. La automatización debe dirigir la economía del país hacia la creación de empleos y no a la inversa; así como a la formación de alta calidad de los mexicanos que asegure la posibilidad de mejores estándares de calidad de vida y la reducción de la desigualdad en todas sus dimensiones.
Todo ello, sin duda, deberá ir acompañado de medidas que garanticen una mayor transparencia en el gasto público y un auténtico combate a la corrupción, uno de los principales obstáculos para avanzar hacia una sociedad más igualitaria.
Senadora por el PAN.
@GabyCuevas