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La tasa de crecimiento de la economía mexicana ha sido baja y continuará siéndolo en 2020 (entre 1.4 y 2.4 por ciento) según los “Pre-Criterios 2020” de abril 2019 de la Secretaría de Hacienda. La SHCP afirma que mantendrá “…las metas del equilibrio presupuestario, congruente con el objetivo de la estabilidad fiscal, y sin la necesidad de modificar el marco fiscal actual”. Así, el producto per cápita seguirá estancado y una parte de la capacidad instalada nacional (fuerza de trabajo, máquinas e instalaciones) se mantendrá ociosa y desperdiciándose.
La disponibilidad de fuerza de trabajo no es una restricción al crecimiento económico de México. Una fracción amplia de ella está desempleada, subocupada, con empleos informales y en condiciones críticas. A marzo de 2019, 3.2 por ciento de la población económicamente activa estaba desocupada, y de la ocupada, 20 y 28 por ciento tenía condiciones críticas de ocupación y se ocupaba informalmente, respectivamente (Inegi). Tampoco parece haber restricción de capital. Hay capacidad que no se usa y posibilidades de nuevas inversiones. El Inegi consigna que en los últimos 4 años la capacidad instalada utilizada en las manufacturas ha oscilado entre 78 y 82 por ciento del total, mientras que en esos años el crecimiento anual de la inversión fija bruta ha sido de 1.3 por ciento, debajo del crecimiento del PIB.
Es sabido que es más fácil resolver los problemas económicos y sociales (reducción de la deuda, aumento absoluto de los ingresos de la mayoría, mejora en la distribución del ingreso, ampliación y mejora de los servicios públicos) de un país en el contexto de una economía en crecimiento que en el de una economía estancada. Las metas de equilibrio presupuestal y la austeridad no sólo no ayudan, sino que profundizan los problemas.
La situación de la economía mexicana es el caso de Keynes: desocupación de los factores de la producción y estancamiento económico. Esta situación puede ser enfrentada con la teoría del crecimiento. El problema se reduce a poner en juego las teorías del multiplicador del ingreso (un ingreso inicial se multiplica en función de la propensión a consumir de quien lo recibe) y del acelerador de la inversión (la cual responde al incremento del producto). Hoy en día el multiplicador estará actuando con grupos poblacionales con una alta propensión a consumir a través de los programas prioritarios del gobierno, aunque por el pronóstico de crecimiento, resulta insuficiente.
Asumiendo que la disponibilidad de fuerza de trabajo no es una restricción, puede calcularse la tasa de crecimiento de equilibrio del lado del capital. Esta tasa es igual a la proporción del ahorro en el ingreso multiplicada por la relación producto-capital (es posible hacer estimaciones más precisas considerando elementos como la estructura sectorial y la distribución del ingreso). Con datos del Inegi, la tasa de crecimiento de equilibrio de México era de alrededor de 5.6 por ciento en el 2013. El ahorro respecto al ingreso de ese año fue relativamente menor a su tendencia. La conclusión principal es que es posible aumentar la tasa de crecimiento de la economía mexicana significativamente con una política económica activa, de gasto en infraestructura y programas sociales que rompa la camisa de fuerza del equilibrio presupuestal y de la inamovilidad del marco fiscal.
Profesor de la Facultad de Economía de la UNAM e Integrante del Centro de Análisis de Coyuntura Económica, Política y Social.
caceps@ gmail.com