Aunque nos parezca una eternidad, queridos lectores, apenas han pasado dos años de aquella fatídica jornada en la que Donald Trump resultó electo presidente de Estados Unidos. Hace 24 meses a estas horas (8 pm de la CDMX), comenzaban a aparecer, como por goteo, las primeras indicaciones de lo que sería una noche de grandes sorpresas y cambios para el mundo entero. Hoy, mientras escribo estas líneas, todo eso podría acelerarse, frenarse o, incluso, revertirse parcialmente.
No voy a aventurar pronósticos, mucho menos sabiendo que para cuando lean ustedes este texto ya tendrán resultados casi completos de la jornada electoral, pero sí me atrevo a esbozar algunos apuntes de lo que este 6 de noviembre habrá significado para el sistema político estadounidense.
—Esta es una de las elecciones intermedias más relevantes de los últimos tiempos: no solo por el número de cargos en disputa (toda la Cámara de Representantes, 35 senadores, que son más de la tercera parte del Senado, y 36 gubernaturas) sino porque marcarán un antes y un después en la gestión del presidente más divisivo que ha tenido EU en medio siglo.
—En una señal positiva dado el ambiente de encono y polarización que se vive, se registran muy altos índices de participación electoral. Los votos por correo y/o los votos anticipados, que algunos estados permiten, sumaron casi 40 millones. Hace cuatro años, en las intermedias anteriores, fueron apenas 27 millones, de acuerdo al New York Times. Paradójicamente Donald Trump parece estimular el voto, a su favor y en su contra.
—En las primeras encuestas de salida lo votantes expresan opiniones muy contrastantes sobre lo que los motivó a votar en un sentido u otro. De acuerdo con datos de la BBC, un 65% menciona a Trump como un factor en su decisión, el 39% se le opone y solo el 26% lo apoya. Esto podría marcar el gran error (o acierto, según sea el resultado final) del presidente al centrar la campaña en su persona cuando solo tiene un 43% de aprobación.
—Curiosamente, con datos económicos verdaderamente envidiables, Donald Trump optó por centrar su campaña en el temor a los migrantes, utilizando descaradamente para ello imágenes de la caravana de centroamericanos, a quienes ha pintado como una amenaza para EU.
—En contraste, los demócratas se han enfocado en el tema del acceso a servicios de salud. Si les funciona su apuesta no solo desacreditarían la eficacia de las campañas de miedo, sino que convertirían la gran obsesión de Trump —cancelar el Obamacare— en la mejor arma en su contra.
—Los medios de comunicación se han vuelto cada vez más partidistas por un lado y son cada vez más objeto de descalificaciones e intimidación por parte del poder público. Que el presidente del país más poderoso del mundo señale con su dedo flamigero a los reporteros que cubren sus actividades y los llame mentirosos y enemigos del pueblo tiene implicaciones gravisimas.
—Los jóvenes y las minorías deben entender que la política no se hace en las redes, se lleva a cabo en las calles, en los barrios y colonias, en las comunidades. Y sobre todo el día de las elecciones la política implica ir a votar y convencer a la gente de ir a votar.
—El dinero no lo es todo. Los demócratas superaron a los republicanos en recaudación, encontraron un tema, el de la Salud, pero carecen de liderazgos frescos y atractivos.
—Las trampas a veces sí rinden: el sistema electoral estadounidense se presta muy fácilmente a la manipulación y a distintas expresiones del fraude cometido desde el poder estatal o de condado. La inhibición del voto de las minorías se da de maneras muy variadas que recuerdan los viejos tiempos del viejo sur: hoy millones de estadounidenses están impedidos de ejercer su derecho al voto, y son desproporcionadamente afroamericanos, latinos y/o pobres.
—El estadounidense es un sistema electoral imperfecto pero transparente. En muchos aspectos el mexicano es superior, pero en donde deberíamos aprender es en la apertura que todos tienen de hacer proselitismo, opinar e informar a todo lo largo del proceso.
Más información y menos restricciones, eso es lo que nos hace falta.
Analista político y comunicador.
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