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Si usted es como yo, querido lector, debe estar al inicio de lo que los clásicos llamarían un surmenage, una condición que generalmente antecede al colapso nervioso. Entre la marejada de spots de las precampañas electorales, los del INE y el TEPJF, además de los de partidos e institutos electorales estatales, la sobrecarga mental es inevitable. Auméntele usted lo que leemos, vemos y escuchamos en los medios de comunicación y en redes sociales y está usted, como lo estoy yo, entre tomar tranquilizantes e irse a la sierra. O a Timbuktú.
Es por ello que se me han ocurrido algunas pocas sugerencias para esta temporada. No pretenden ser un remedio ni para las malas campañas ni para la información tendenciosa. Tampoco eliminarán a bots, troles y demás. Pero lo que sí pueden lograr es que usted y yo conservemos la salud mental de aquí a que termine el proceso electoral.
En primer lugar, póngale un grano de sal a todas las noticias, comentarios y opiniones (incluida esta columna). Recuerde que todos los que están informando acerca de campañas, partidos, candidatos y gobiernos tienen su corazoncito. Eso no quiere decir necesariamente que estén maiceados. No, no todo el que expresa una opinión favorable al candidato que a usted le cae mal o negativa para el que usted prefiere está siendo pagado para ello. Simple y sencillamente, más allá de la publicidad gubernamental o privada (tema al que me referí muy en serio a finales del año pasado en este espacio en el texto Medios, dinero y poder en México), lo cierto es que es perfectamente normal y aceptable que un medio de comunicación o un comunicador tenga simpatía o aversión por un candidato o partido.
Después, identifique usted a aquellos medios que únicamente publican en un sentido, para que a esos les aplique doble dosis de escepticismo. Un ejemplo obvio lo tenemos en EU, con la cobertura que del presidente Trump hacen las dos cadenas rivales de televisión restringida, CNN y Fox News. Lamentablemente ambas se han ido alejando de la objetividad, aunque una de ellas, Fox, parece cada vez más canal de entretenimiento o de ficción.
Una vez que haya ubicado a los más extremos, concéntrese en encontrar a los menos vociferantes, a los que hagan más sentido y, sobre todo, a los que le hagan cuestionarse cosas. Quien sólo lee aquello con lo que esta de acuerdo no sólo vive con un ojo siempre cerrado, sino que se vuelve mucho más extremista y menos crítico y objetivo en sus propias posiciones. Así que haga un esfuerzo mental y oblíguese a consumir noticias de fuentes diversas y de posturas variadas. Nadie es dueño de la verdad absoluta, y si de alguien hay que desconfiar es de quienes nos quieren vender argumentos absolutos. La vida pública (y la privada también) es una secuencia de matices, de contradicciones, de interrogantes que muchas veces se quedan sin respuesta.
Como lo he dicho varias veces, yo no pretendo ser reportero ni hacer periodismo. Mi mayor respeto a quienes ejercen esa profesión. Yo expreso, en este espacio y otros más, mis opiniones y mis puntos de vista. Me equivoco como cualquiera, pero a diferencia de algunos yo no tengo empacho en reconocerlo públicamente. Y aspiro sólo a darle a quienes me prestan su atención un poco más de contexto, una pequeña dosis de complejidad adicional, un poco de color a lo que tantas veces es monocromático.
Este es, en época de campañas, mi compromiso con usted: no tengo ningún tipo de relación profesional o de remuneración con partido o aspirante alguno a la Presidencia. Mis preferencias y mis aversiones políticas no tienen más trasfondo que lo que mi mente, mi corazón y mi estómago me indican. Así ha sido y así será. Les deseo que sobrevivan, que sobrevivamos, a este no muy edificante periodo de la vida política nacional.
Analista político y comunicador.
@ gabrielguerrac