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Desde los tiempos remotos el hombre ha intentado controlar el clima, pero como no lo ha logrado creó dioses para que fueran más clementes con ellos. En Zitlala, desde antes de la Colonia, han ofrecido su sangre y golpes, para agradar a sus dioses; con ello buscan obtener un buen temporal de lluvias y una buena cosecha de maíz.
Arnulfo Tecruceño Valle tiene 15 años vistiéndose de hombre tigre para combatir en el ritual de petición lluvias en Zitlala; sin embargo, reconoce que los últimos cinco años el rito se ha distorsionado. Ahora, dice, muchos combatientes lo hacen para dirimir asuntos personales, rivalidades, y no sólo para ofrecer un sacrificio a los dioses.
Tecruceño Valle tiene razón. El contexto en el que ahora se desarrolla las peleas es más parecido al de un espectáculo que al de un ritual.Este año la plaza principal de Zitlala lució como una arena coliseo o la plaza de toros.
La fiesta de la pelea de los tigres, porque también es una fiesta, se divide en dos. Abajo, el pueblo, los peleadores y arriba, los integrantes de la clase política que siempre están buscando el mejor espacio, el más cercano al alcalde en turno.
El ritual comienza horas antes. Desde las 12 de la tarde, los peleadores de los tres barrios que participan, San Francisco, San Mateo y La Cabecera, se reúnen en la casa de uno de los combatientes quien ofrece alimento y algo de bebida, esencialmente mezcal,
Ahí aprovechan para preparar las reatas, los trajes y las máscaras que utilizan en el legendario combate. El traje año tras año se amplía en su variedad. Esta ocasión las opciones incluyeron tigres con trajes amarrillos, verdes, blancos, rayados, de camuflaje militar y hasta decorados con los colores del equipo de futbol de Las Chivas.
Lucha como hombre tigre. Félix Ruiz Tlatempa, de 50 años, se prepara para pelear como hombre tigre, así lo ha hecho desde hace 30 años. Han sido 30 años de recibir cientos de golpes con esa reata dura con la que pelean los hombres tigre. Pelear como hombre tigre en Zitlala no es golpear por golpear, no es la violencia común; aquí está de por medio el honor y el orgullo.
La sangre no es un signo de victoria o de terror. Los peleadores se convierten en Quetzalcóatl (el dios del viento, representado por el tigre amarillo) y Tezcatlipoca (el dios de la noche, representado por el tigre verde o negro).