Si existe una prenda tradicional que sea sinónimo de distinción esa es la guayabera yucateca. Su fama como vestimenta de elegancia la arrastra desde su origen hace más de 200 años, cuando se consideraba exclusiva de clases altas que podían importarla desde Cuba. Hoy, esta prenda mexicana se ha reinventado y conquista por igual a jóvenes, mujeres y hasta presidentes.

Ubicada en el corazón del estado, a 45 kilómetros de Mérida, se ubica Kimbilá, una pequeña comisaría de 2 mil 500 habitantes situada en el municipio de Homún, famosa en la región por sus bordados tradicionales. Precisamente en esta comunidad se encuentra Silvia López, una tienda de guayaberas y prendas típicas, famosa por sus creaciones artesanales en telas como el lino, popelina y algodón, con bordados elaborados por manos yucatecas.

Con presencia internacional

A pesar de la modernidad, el procesos de elaboración de una guayabera sigue siendo artesanal. Así lo consideran en Silvia López, taller donde laboran 24 personas, entre hombres y mujeres, quienes son los encargados de bordar y ensamblar las prendas. Pero como lo artesanal no está peleado con la innovación, aquí también se elaboran modelos actuales, por lo que no sólo se producen en colores claros como blanco, beige o azul cielo, sino que además crean guayaberas en colores brillantes y en telas como mezclilla y manta; pero todo sin perder la elegancia ni la comodidad que caracterizan a esta vestimenta y que le ha dado fama mundial. La calidad de las prendas de éste taller ha permitido comercializarlas en ciudades de Estados Unidos como Dallas, Washington, Nueva Jersey entre otras, así como en países de la Comunidad Europea. Además, gracias a esta fabrica familiar las guayaberas yucatecas han llegado a países tan distantes como Australia, Nueva Zelanda, Irlanda y hasta Dubái.

En entrevista con EL UNIVERSAL, Jorge May May, propietario del taller, asegura que la clave de que sus prendas lleguen a rincones del mundo como Dubái, uno de los siete Emiratos Árabes, “es la calidad y la hechura, la confección buscando agregarle ideas inovadoras de acuerdo a la época y el modernismo”. El artesano dice que se trata de armonizar calidad con tradición.

Tradición familiar

La historia de la fábrica-taller Silvia López es parte de un relato familiar. Inició con Jorge May, quien fue el primero en dedicarse a la creación de estas prendas típicas. Su esfuerzo rindió fruto y su taller creció hasta convertirse en fuente de empleo de varios artesanos y crear un sistema de exportación a través de clientes que llevan su trabajo por todo el país y a varias partes del mundo.

Estos hombres y mujeres artesanos, de cuyas manos salen los bordados multicolores, tardan en promedio dos a tres días en terminar una prenda de las más sofisticadas, como es el caso del terno bordado, mientras que otras más sencillas se elaboran en dos días.

Ahora, en el negocio también participa el hijo de Jorge y su nuera, Astrid Ojeda Torres, quien es la diseñadora encargada de combinar lo moderno con los bordados típicos en las prendas de la firma, dándoles frescura y actualidad. Mientras muestra algunos de sus diseños, Astrid señala que la guayabera típica, la tradicional de lino, es de las más búscadas, pues es considerada de “gala”. También explica que los modelos más vanguardistas vienen en diferentes colores con bordados de flores y lirios, y que pueden también presentarse en combinaciones de varios tipos de tela: lino mezclado con algodón o mezclilla y manta. Esta reinvención ha permitido que actualmente comercialicen en el extranjero más de 500 guayaberas cada tres meses.

Para poder expandir el alcance de estas prendas yucatecas, Jorge May May afirma que han diversificado la producción y ahora ofrecen, además de guayaberas, vestidos, blusas, cinturones bordados, bolsas, huipiles y el clásico terno yucateco, famoso por sus coloridos bordados.

May May cuenta que aún cuando se piensa que las guayaberas son muy costosas, pueden encontrarse piezas de algodón de 350 a 600 pesos y de lino de entre 800 y mil 100 pesos; mientras que el clásico terno bordado cuesta entre 3 mil 500 y 4 mil 200 pesos.

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