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Xaltepec.— Cuando Verónica Garrido Sánchez enterró ayer a su hijo Marco Antonio, a su concuña y a su sobrino, las tres personas que fallecieron de la familia Orozco, tenía el corazón partido. Su mente estaba en otro lado, pensaba en su hijo más pequeño porque lleva tres días desaparecido.
Desde el sábado, cuando la tormenta tropical Earl le quitó a su familia, y su casa de madera y cartón, no ha dejado de llorar. Se quedó sin voz frente a los tres ataúdes de la familia Orozco y se ahogó en súplicas para que alguien encuentre a Alexis Gael, de 16 meses de edad, en Xaltepec, municipio de Huauchinango, Puebla.
Es el dolor más profundo, el que nadie más puede sentir, sólo ella que sobrevivió al horror de la avalancha de lodo, piedras y troncos.
“La lluvia era muy fuerte y me salí para hacer una zanja porque se estaba metiendo el agua cuando se vino el deslave, era como una ola que venía bajando con mucha fuerza, traía troncos, camiones y me llevó. No pude salvar a mi niño, estaba adentro en su andadera cuando el agua se llevó la casa y no supe dónde quedó”, relata Verónica.
Aquella noche el lodo la tapó por completo, pensó que se iba a ahogar, el fango la aprisionaba y no se podía mover, sentía desfallecer hasta que los vecinos la ayudaron a salir.
Ayer en medio del servicio funerario donde las familias Orozco y Pérez reunieron a sus muertos, Alberta Negrete, de 62 años de edad, abuela de Alexis Gael, el niño desaparecido tras los desgajamientos, se acercó al féretro de su otro nieto, Marco Antonio.
Susurró algo y se recostó en la caja mortuoria vencida por el sentimiento de dolor; así estuvo por algunos minutos, en una despedida íntima con uno de sus nietos.
Mientras los vecinos repartían los nueve muertos en las fosas, tres de la familia Orozco y seis de la familia Pérez, elementos de la Policía Federal, el Ejército y la Marina, seguían buscado al pequeño de 16 meses con perros entrenados que olfateaban su rastro sobre toneladas de escombros.
La familia Pérez perdió a ocho de sus integrantes durante la tragedia, pero a dos se los llevaron a otra comunidad con otros familiares para encontrar lo que será su última morada.
“¿Por qué te fuiste?, yo siempre te quise. Papacito, mi’jito, ayyy qué dolor, siempre quise lo mejor para ti. Mi’jo, te fuiste”, reclamó Verónica ante el cadáver de Marco Antonio. Él tenía 10 años. Sus lamentos contagiaron a otras mujeres que lloraban a gritos y se abrazaban unas a otras para no desfallecer. A lo lejos, una nube negra comenzaba a oscurecer el cielo, era el pronóstico de que pronto volvería a llover.
Siguen buscando a desaparecidos. En tanto, en el barrio Xaltepec continúan rastreando a Ofelia Baldomero Negrete, mujer de 65 años de edad, diabética y de unos 90 kilos de peso.
Ayer decenas de personas acompañaron a la familia Orozco y a la familia Pérez hasta el camposanto.
Los Pérez perdieron a ocho integrantes, siete de ellos niños; Lidya Cruz y Evelyn Joselyn Pérez fueron trasladados a Tlalmaya para su sepultura.
Las dos familias caminaron atrás de los féretros blancos y grises, los Pérez iban adelantados varios metros. Todos cruzaron un riachuelo y subieron un kilómetro hasta el panteón, en el cerro Tenamecoya, al pie de la Sierra Norte. Fueron enterrados los integrantes de las dos familias en el mismo lugar.
Desde ahí se ve que Xaltepec está entre la cadena montañosa y la presa Nexapa, donde llega de manera natural el agua que baja de las montañas, ahora crecidas por el temporal.
La familia Pérez decidió salir de su casa el día que las lluvias generadas por Earl los amenazaba. Ese sábado se reunieron en casa del abuelo.
Pensaban que estarían en un lugar seguro, pero un alud los sepultó. Del cerro llegó un río de lodo, piedras y ramas que todo se llevó a su paso.
El lodo llegó en algunas casas de la comunidad hasta un metro de altura y la calle principal desapareció.