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En las entrañas de la madre tierra buscan respuestas. Entre palos secos, en tierra árida, en tierra mojada por la lluvia.
Desesperadas, sin fuerzas para exigir justicia, lo único que quieren son los restos de sus hijos para darles una cristiana sepultura. Ellas son las buscadoras de El Fuerte. Desde hace un año nueve meses, por lo menos tres días por semana se agrupan los contingentes de mujeres humildes, que sin importar las inclemencias del tiempo, días de sol ardiente, de lluvia o frío, salen a escarbar la tierra.
Les dicen rastreadoras o buscadoras. No les importa que la gente crea que están locas, son víctimas constantes de personas insensibles que les ofrecen reportes falsos sobre el lugar donde están enterrados los restos de sus hijos; ellas acuden.
EL UNIVERSAL las acompaña en una búsqueda por sus hijos. Presas de desconsolado llanto, narran tristes historias. Con el dolor a flor de piel, sus gestos denotan coraje, tristeza, frustración. La cita es a las 09:00 horas, en las instalaciones de la Subprocuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) en Los Mochis, donde previamente solicitaron el apoyo de un equipo multidisciplinario; ahí, obtienen apoyo del grupo canino, médicos legistas, peritos y agentes del Ministerio Público.
Luego salen rumbo a El Fuerte, donde un “informante” les aseguró que había tres cuerpos enterrados en las inmediaciones de un arroyo. Ubicado al norte de Sinaloa, este municipio tiene una población de unos 13 mil habitantes.
La búsqueda inicia con una plegaria. “Nos ponemos en manos de Dios para que nos cuide y nos abra camino. En tus manos nos ponemos Señor y hágase tu voluntad”.
En tierra de sicarios, dicen, —en las proximidades del arroyo Vibajaqui— desde las 10:30 horas, decididas empiezan a empujar palos largos sobre la tierra, donde encuentran montículos de tierra, si se hunde, utilizan la pala con la esperanza de encontrar restos óseos.
Alrededor de 15 elementos policiacos las acompañan en vehículos oficiales, algunos se posicionan en áreas estratégicas para resguardar el área, ante el peligro de un ataque de integrantes de bandas criminales.
Otros, esperan arriba de los autos y tres perros sabuesos se encuentran en vehículos refrigerados, a la espera de que las buscadoras acompañadas de la comandante del equipo canino y médicos legistas encuentren “algo” debajo de esa tierra seca.
En el rastreo hay falsas alertas, y sacan por espacio de 20 minutos en tiempos diferentes, a Mateo y a Charly, dos sabuesos que no encuentran restos humanos.
Luego, los devuelven a los carros. “Cuidan más a los perros que nosotras”, reprochan.
Alrededor de las 14:00 horas, en un clima húmedo y cálido, de alrededor de 40 grados centígrados, una a una llegan al vehículo donde está la comida: tortillas de harina untadas con frijol molido y agua natural. Un manjar, después de un arduo día.
Incansables, continúan hasta las 18:00 horas su búsqueda con la poca herramienta con la que cuentan: dos palas de acero y 10 palos largos.
A pesar de la precariedad con la que realizan sus búsquedas, han encontrado restos óseos de 41 humanos, pero les faltan 178 personas desaparecidas en el gobierno de Mario López Valdez, del año 2010 a la fecha.
El nacimiento del grupo
A las 17:45 horas del 14 de julio de 2014 levantaron de una gasolinera de El Fuerte a Roberto Corrales Medina, un trabajador de 21 años.
Su madre, la maestra jubilada Mirna Nereyda Medina Quiñones, acudió días después ante el Ministerio Público para informarse cómo iba la investigación. La respuesta del funcionario en el sentido de que la dependencia es investigadora, y no lo estaban buscando, provocó que iniciara sola la búsqueda en el monte. Al contar lo que hacía a otras mujeres en su misma situación, se fueron juntando.
En la actualidad, son alrededor de 200 mujeres que buscan a personas desaparecidas en Sinaloa; el movimiento se ha extendido y se han conformado en tres grupos en los municipios de San Blas, Los Mochis y El Fuerte. A todas les une el mismo dolor.
En dos ocasiones han sido replegadas por sicarios, pero ellas no tienen miedo a pesar de que en forma constante son amenazadas de muerte, por emisarios de las bandas criminales.
De los restos de 41 cadáveres que han hallado, 16 los han entregado a sus familiares y a los demás les realizan pruebas de ADN.
Las desapariciones forzadas. El común —en Sinaloa— tiene su origen en las drogas; algunas personas son consumidoras, otras vendedoras. También están las que conducen buenos autos y son despojadas de ellos para delinquir o son obligadas a ingresar a las bandas criminales y se resisten. En su mayoría son jóvenes.
Bryan Javier es un adolescente de 16 años, desaparecido el 18 de agosto de 2014; salió de su casa a comprar un hot dog y ya no regresó; es el de menor edad del padrón que Las Rastreadoras han formado de desaparecidos. Los tres con mayor edad rondan los 40 años.
El 90% son “levantados” por la policía municipal, aseguran. “Aquí no sabes dónde se termina la línea del policía y empieza la delincuencia organizada. El policía llega, levanta y entrega a la ‘maña’”.
La lucha por posicionar la droga llamada cristal ha cobrado cientos de vida. Los consumidores también peligran en esta tierra de nadie.
Cuando el policía levanta a los drogadictos, dicen, reconocen al cártel distribuidor de la droga, según el color. “Si es blanco, es del Chapo Guzmán, pero si está pintadito de colores es de Los Zetas y si la policía los encuentra drogándose con la metanfetamina de colores ya valieron madre, se los lleva la chingada”, dice una de las madres buscadoras.
Las mujeres rastreadoras están desilusionadas de los políticos, del gobernador del estado, Mario López Valdez; del procurador de Justicia del estado, Marco Antonio Higuera Gómez, porque, en su opinión, cuando le pasa algo a una persona con poder siempre lo encuentran, pero sus hijos están olvidados por las autoridades.
Le pedimos al gobernador que por favor se abriera una ventanilla de desaparecidos, porque cuando solicitamos información, como respuesta recibimos la frialdad de las autoridades de justicia, ni siquiera tienen documentados los casos, pero tampoco hemos tenido respuesta por parte del mandatario, afirman.
EL UNIVERSAL solicitó entrevista con el fiscal del estado y con el subprocurador de Justicia de Los Mochis, pero a través de la Dirección de Comunicación Social se informó que no sería concedida, incluso que la información sobre el tema de desapariciones forzadas debía ser solicitada vía transparencia.
“Se lo llevaron y me arrancaron la vida”
De repente se cae esa dureza de rostro, con marcas de enojo. Mirna Nereyda Medina, de 46 años, es la líder de Las Rastreadoras. Se desmorona y comenta entre dientes: “Cuando se llevaron a mi hijo me arrancaron la vida”.
Desde ese momento al día de hoy, nada ha cambiado, siente el mismo dolor e incertidumbre como cuando le avisaron que a su hijo Roberto lo subieron por la fuerza a una camioneta Explorer, color negro.
Ha sido víctima de chantaje, extorsión, hasta de amenazas de muerte, y a pesar de ello, nada la hace claudicar. La han esquilmado supuestos videntes, otros que, aseguran, hablan con personas muertas, brujos; ha buscado todas las formas para lograr una pista que la lleve a su hijo, pero todo ha sido infructuoso.
Siente a las demás buscadoras como parte de su familia, todas sufren el mismo dolor. “Sin ellas no soy nada”, expresa.
Están unidas por el amor de madre y el dolor de tener a sus hijos desaparecidos. “Lloramos, somos muy lloronas, sabemos que está sufriendo cada una. No quiero pensar nada de qué haya pasado con mi hijo”.
Confiesa que sus esperanzas de encontrarlo con vida se desvanecen día a día. Para la búsqueda utiliza una camiseta negra con la leyenda: “Hijo, mientras no te entierre te seguiré buscando”.
En su tono de celular suena el tema de “Las Buscadoras”, de la autoría de Abel Sarmiento Carabeo, el cual, asegura, es el himno de esas madres que buscan a sus hijos.
Y la desgracia se hace canción. “Ya mi cruz se ha convertido en mi calvario, los injustos ya no importan los agravios, sólo quiero encontrarte por eso sigo constante, con el juramento que te hice esa tarde… Entre perros, ratas, buitres y coyotes, entre palos ya podridos en el monte, bajo el raso del sol que no perdona la estación, sigo buscando los restos de mi amor”.
Ellas escuchan el tema y rompen a llorar. El dolor hace que el alma se les caiga a los pies y el corazón se les desgarre a girones. Es el amor una madre ante la desgracia de un hijo.