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Son las tres de la mañana. Romualdo no concilia el sueño. Se levanta, se vuelve a acostar. Desde la esquina de su habitación ve a su esposa descansar profundamente. Él vive sus días intranquilo. Tampoco le da hambre ni ganas de reír. Lleva meses sintiéndose así, como si algo le oprimiera el pecho.
De sus 57 años de edad ha dedicado 32 a la docencia. Los últimos 10 los ha pasado en un plantel de Ciudad Renacimiento, en la zona conurbada del puerto, donde es subdirector. La preocupación le apagó las ganas de estar en su trabajo, que fue su pasión. El acoso de grupos del crimen organizado dedicados a extorsionar, secuestrar y amedrentar a profesionales de la educación lo tiene nervioso. Mal.
Hace poco llegó a la escuela en su vehículo, pasando por el bulevar Vicente Guerrero, que divide Ciudad Renacimiento de la colonia Emiliano Zapata. Desde que iba entrando al cruce sintió que el corazón le latía más fuerte; por esa zona han ocurrido muchas atrocidades, explica. Ya en el plantel, el vigilante le extendió un papel. Lo llevó un hombre armado y era para él: “Bájele”, se leía.
Romualdo prefirió no informar a la Fiscalía General del Estado (FGE). No era la primera ocasión que cerca de la zona padecían eventos de esa naturaleza. Presuntos delincuentes han llamado por teléfono y solicitan hablar con el director, pero siempre cuelgan. En 2012 un maestro fue secuestrado, “por poco y no se salva”. Tuvieron que juntar medio millón de pesos para pagar el rescate.
En colonias como La Postal, Jardín Azteca, Simón Bolívar, Sector 6 y El Coloso, el cierre de escuelas por inseguridad y amenazas directas a docentes son comunes. Diciembre de 2014 cerró con más de 100 planteles sin clases porque grupos delictivos pedían cuotas. Una madre dejó de llevar a sus hijos a la escuela Simón Bolívar porque criminales pedían 30 pesos semanales para la “protección” de cada uno.
A finales de 2014 la medida de la Secretaría de Educación Guerrero (SEG) y la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) fue resguardar las escuelas con policías federales, estatales y militares. En ese año hubo 19 secuestros a docentes, para mediados de 2015 se contabilizaron 21 maestros asesinados, gremio que junto al de comerciantes, transportistas y del ramo tortillero han denunciado ser blanco de delitos.
Romualdo está intranquilo porque no sabe en qué momento lo dejará de respetar la delincuencia organizada. “No tienen palabra de honor”. Los padres de sus alumnos en ocasiones conocen a esos grupos o trabajan con ellos, empiezan a resolver sus inconformidades con amenazas. Algunos viven en colonias a las que llaman “la frontera”, donde los niveles de pobreza orillan a la gente al crimen.
La SEG informó a inicios de febrero que ya no hay escuelas cerradas en Acapulco. El problema que parecía exclusivo del puerto se extendió a Tierra Caliente, Chilapa y Zitlala, municipios de la región centro. El secretario de Educación, José Luis González, admitió que son 35 las escuelas sin actividad desde la segunda semana de enero; 27 de la región calentana.
Romualdo cuenta los días para jubilarse, un trámite que no ha podido completar por el burocratismo. Quiere retirarse antes de que le ocurra algo. Necesita dormir tranquilo. Ya no quiere repetir su rutina a las 3:00 de la mañana. Vive con cuidado, pero calmado porque no debe nada.
En Acapulco, en enero, la SSP registró 64 homicidios, 10% de los asesinatos por arma de fuego que la Secretaría de Gobernación (Segob) contó durante todo el año pasado, 642. El puerto sigue a la cabeza con la tasa más alta de homicidios: casi tres muertos al día. Hasta el sábado pasado, de acuerdo con varios conteos periodísticos, se habían registrado 130 muertos.