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erika.monroy@eluniversal.com.mx
La mayoría de las fiestas se pone buena cuando ritmos como la guaracha y la cumbia empiezan a sonar; los invitados dejan sus asientos para darle duro a la pista y presumir de volteretas y movimientos de caderas.
En estos casos, grupos como Cañaveral son de los clásicos en las bodas, XV años, bautizos y cualquier otra ocasión para hacer fiesta.
Sin embargo, la propia fiesta de la agrupación comandada por Humberto Pabón no pudo ser de esas en donde todos —menos los aburridos, los que no saben bailar o los que van sin pareja— bailan.
Los invitados a la celebración por los 22 años de carrera musical de la agrupación tuvieron que quedarse sentados porque las instalaciones del Auditorio Nacional no están hechas para la bailada en multitud.
Sólo aquellos aventurados y guapachosos apañaron los pasillos del recinto para darle a la cumbia.
Mientras, los que estaban sentados aplaudían y no perdían la emoción del ambiente, en el escenario la fiesta era evidente.
La celebración incluyó luces de colores y pasos de baile arriesgados.
Bailarinas y músicos fueron los elementos que adornaron la tarima.
Por más de dos horas y media Cañaveral tocó su música y tuvo invitados en la ocasión.
Matute, Jenny and The Mexicats y Los Claxons fueron algunos los convidados a cantar.
Los invitados acompañaron con temas como “Vale la pena”, con el grupo Matute; “Flores en febrero”, con Los Claxons y “Tiene espinas el rosal”, con Jenny and The Mexicats, entre otras.
Cañaveral incluyó su tradicional cumbia, también permitieron fusiones con el rock, el reggaetón y el pop.
Humberto Pabón y su hijo Emir condujeron la velada entre canciones típicas como “No te voy a perdonar”, “No lo puedo negar” y “Tiene espinas el rosal”, entre otros.
Incluso se dieron la oportunidad de tomar temas y hacerlos en versiones suyas, como “Noa, noa”, del fallecido cantautor de Ciudad Juárez, Juan Gabriel, y hasta “Quiero ser como tú”, de la película El libro de la selva.
Además, Cañaveral recibió un reconocimiento por parte de su disquera por la ventas de su discos y colaboraciones con otros artistas, lo cual le provocó lágrimas a Emir Pabón.
El joven hijo del fundador de la agrupación continuó dirigiendo la velada.
Con sus pasos únicos que ponían a prueba hasta al más diestro, también se dio la oportunidad de cambiar varias veces de vestuario, desde la lentejuela, pasando por los disfraces y hasta un sencillo saco blanco, le dieron su propia personalidad.