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cesar.huerta@eluniversal.com.mx
Dice Javier Bátiz, el roquero de cabello largo y quien a sus 73 años porta pantalones ajustados amarillos y zapatos del mismo color, que realmente llora de todo.
“Tengo una enfermedad que me da por llorar siempre, pero por todo, de verdad, es una cosa terrible que tengo”, revela.
Por ello, durante la conferencia para anunciar su concierto sinfónico en el Zócalo de la CDMX, el próximo 15 de abril, debe detenerse en cuatro ocasiones para no sacar lágrimas.
“Por todos los que han estado ahí (el Zócalo) y que yo tenga la oportunidad de salir y tocar mi guitarra, es lo más iluminado que puedo pensar en esta fecha”, apunta.
Ese día tocará la Orquesta Filarmónica Metropolitana bajo la dirección de José Areán, teniendo entre los invitados especiales a Julio Revueltas, Eugenia León y su hermana, Baby Batiz.
“Mi música es para que guste a la gente, no soy sibarita, no tengo dinero, no estoy en la música por dinero sino por la música y el corazón”, señala ahogando la voz.
Bátiz, conocido como El Brujo, es creador de canciones como “Caminata con Jesús”, “La primera noche” y “En un instante”.
Con museo. En su casa de Tijuana aprendieron a tocar gente como Carlos Santana, ganador del Grammy y es considerado el maestro de Guillermo Briseño y Alex Lora, líder del Tri.
Pero no le gusta presumir eso, asegura, aunque sí tiene una familia y esposa digna de eso.
De lo que sí habla es de su miedo al agua y su deseo de ser chef.
“Me hubiera gustado serlo porque me gusta mucho cocinar y también ser bombero, porque me gusta mucho la gente que ayuda a mucha gente.
“Fui surfer de chiquito y no sabía nadar, pero desde que me dijeron que podría ahogarme, nunca volví a meterme al mar”, detalla.
Así que al menos habría muchas cosas que contar y mostrar en el museo que sería creado en la casa donde actualmente habita, luego de morir.
“La casa es la misma donde nací y ya es un ícono de la ciudad de Tijuana y, cuando no esté, la van a convertir en museo, fue donde aprendió Carlos Santana, aunque muchos dicen que ya es un museo porque vive una momia ahí”, bromea el músico.
Pero para eso aún falta mucho. Está por cumplir 73 años de edad y puede presumir tener todos sus dientes. “¡Claro, en una cajita, en el buró!”, detalla el roquero, que hace llorar, pero de risa, a varios de sus seguidores.