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cristina.pineda@eluniversal.com.mx
En la historia del entretenimiento abundan los ejemplos de artistas que, ligados a una marca, han conseguido jugosos contratos y aumentar su popularidad. Michael Jackson con Pepsi es quizás el más conocido.
Pero también hay quienes prefieren mantener los frutos de su inspiración fuera de la publicidad.
Natalia Lafourcade rechazó apenas el año pasado la cantidad de 150 mil dólares que Coca-cola le ofrecía con tal de dejarlos usar su canción “Hasta la raíz” que, por cierto, la hizo acreedora de dos de los cinco Grammy Latinos.
Ante el rechazo, o con la idea de no tener que negociar con el músico, algunas marcas publicitarias han decidido cambiar las letras de las canciones para, manteniendo los ritmos, acoplarlas a su productor.
En 2015, por ejemplo, la controversial canción de Molotov “Puto” fue modificada y covereada para musicalizar un comercial de la bebida energetizante Vive 100. Inmediatamente en redes sociales hubo quienes criticaron la adaptación y se fueron contra el grupo. Pepsi usó “Detrás de mi ventana”, cantada por Yuri, para hablarle a los Godínez y llamarlos a romper la rutina.
“Nosotros nos enteramos que Telcel hizo un intento de hacer un track, es decir, copias de canciones originales (ya muy cerca de la frontera del plagio) para tener algo de referencia sin pagar la licencia”, comparte Juan Manuel Torreblanca, quien tiene un contrato con Telcel por su canción “Roma”.
“Una licencia nueva no es tan cara como con James Brown. Aunque nunca escuchamos nada (de las copias) parece que no funcionaron. Derechos de autor tiene sus reglas y se estudia qué tanto puede parecerse para mantenerse dentro de las reglas”, explica.
En efecto, las marcas que consiguen posicionar sus campañas casi siempre vienen de temas conocidos. Palmolive se impulsó de “Azúcar amargo”, de Fey; la marca Hérdez con la pegajosa “Ahora te puedes marchar”, de Luis Miguel; La Lechera con “Sugar sugar”, de The Archies; o Alka-Seltzer con los acordes de “Funiculi Funicula” en medio de un malestar estomacal.
Pero no siempre el artista se entera. El compositor Armando Manzanero demandó en 2012 a la editora EMI por otorgar sin su consentimiento la licencia para que Unilever realizara un comercial de caldos de pollo usando “Contigo aprendí” con un cambio de letra. Las autoridades resolvieron que autorizar o prohibir que un tema se utilice con fines publicitarios es un derecho de autor patrimonial, que significa que su disquera no tendría que pedirle permiso por su explotación.
Manzanero sigue en el pletio legal. “Pretender que la facultad de sincronizar una obra con fines publicitarios es un derecho patrimonial dejaría en estado de indefensión a todos los creadores”, dijo Manzanero en un comunicado a EL UNIVERSAL.
“Eso permitiría que los editores puedan autorizar el uso de obras indiscriminadamente, sin ni siquiera tomar en cuenta la opinión del autor, respecto a si está o no de acuerdo en que su creación sea ligada a un producto”.
Los integrantes de Torreblanca se cuestionan quién puede tener un compromiso artístico o filosófico con Crest, Telcel o Kleenex, o en qué medida estas corporaciones aportan algo positivo a la humanidad. Pero saben que la exposición les ayuda pues con más de
3 millones de visitas “Roma” es su canción más vista en YouTube.
“Cambia todo. Antes la ética de las bandas era diferente, el concepto de ‘vendido’ era más cruel. Hay quienes nos hacen chistes con la canción, nosotros a veces los hacemos en el escenario pero la gente entiende y no lo ve como algo malo. Saben que gracias a esa licencia pudimos hacer otro disco y sería deshonesto decir que no fue bueno para la canción”.