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cesar.huerta@eluniversal.com.mx
El día que el mexicano Martín Hernández se enteró de la nominación al Oscar por su trabajo de edición de sonido en El renacido, fue despertado por un fantasma.
En la madrugada, controlando el insomnio que padece frecuentemente, comenzó a trabajar en el proyecto nacional Siempre vuelven, dirigido por Issa López (Casi divas).
La cinta cuenta, en tono de fantasía, el mundo vivido por infantes en ciudades temibles por su inseguridad y violencia, así como la soledad en que se desarrolla su vida cotidiana.
“Hay personajes sobrenaturales y me despertó un fantasma, me despertó una idea de hacer cosas con objetos para él”, recuerda Martín bromista.
Siempre vuelven es uno de los tres proyectos que prepara en los albores de este año.
La nominación a la estatuilla no lo frena y trabaja como cualquiera. Además del filme de López, se ha embarcado en Sin muertos no hay carnaval y Compadres. El primero es producido por Bertha Navarro (El laberinto del fauno) siendo una historia de corte social, mientras que el otro es de acción, estelarizada por Omar Chaparro.
“Le decía a Issa que somos afortunados en lo que hacemos, porque todos pasamos por el mismo dolor, la frustración, los miedos, pero aún así, trabajar en algo así nos da satisfacciones porque nos gusta lo que hacemos”, expresa Martín.
Esta es la segunda ocasión consecutiva en que el entrevistado opta por el Oscar, luego de que en 2015 fuera nominado por su labor en Birdman, dirigida como El renacido, por Alejandro González Iñárritu.
“Todas estas cosas positivas que suceden en el ojo público de colegas nacionales, nos ayuda mucho a quienes nos quedamos trabajando en México”, opina Martín.
Apovechan imperfecciones. Hernández considera que las imperfecciones dejadas en el sonido de El renacido, jugaron a favor del mismo.
La película protagonizada por Leonardo DiCaprio está basada en la historia real de un hombre quien, tras ser atacado por un oso, es abandonado por sus compañeros creyéndolo muerto, pero se recupera para cobrar venganza de ellos.
Fue rodada en escenarios naturales nevados de Canadá y Argentina, con la fotografía del también mexicano Emmanuel Chivo Lubezki.
“Nos gustó dejar imperfecciones, buscamos muchas veces que el micrófono pudiera sentirse en el documento, golpeado por el aire y dejar que los ruidos de la naturaleza interfirieran, a veces, con ciertos voces de diálogos donde son una cosa emocional. Buscamos y estamos contentos con el resultado y parece que trabaja para beneficio”, explicó.