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En la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental 2017 realizada por el Inegi, las instituciones con peores índices de confianza entre la población fueron los partidos políticos (último lugar) y las Cámaras de Diputados y Senadores (penúltimo sitio). Menos de 20% de los consultados los consideraron dignos de crédito.
La percepción no es gratuita. Con frecuencia el Congreso se ha convertido en un freno para iniciativas que pueden ayudar a mejorar la vida cotidiana de millones de mexicanos.
La LXIII Legislatura, que concluyó sus sesiones ordinarias el 30 de abril, dejó un cúmulo de pendientes; entre ellos, los nombramientos de los fiscales General y Anticorrupción, de los 18 magistrados del Tribunal Federal de Justicia Administrativa (TFJA), que sancionarán las faltas graves administrativas en temas de corrupción, las reformas a la Ley Federal del Trabajo en materia de justicia laboral y el Código Nacional de Procedimientos Civiles y Familiares.
También ha contribuido al rechazo ciudadano el dispendio y la opacidad en el uso de recursos que ha caracterizado al Congreso de la Unión, así como su distanciamiento con las necesidades apremiantes de la mayoría de los ciudadanos.
El sábado pasado arrancó sesiones una nueva Legislatura, surgida de un movimiento que obtuvo un triunfo arrollador en las urnas, producto de la promesa de que las cosas se harán de manera diferente desde el poder.
Sin embargo, el ambiente de confrontación, desorden y protestas en que dio inicio obligó a que incluso el presidente electo hiciera un día después un llamado a la armonía y a la necesidad de llegar a los acuerdos que el país requiere para lograr la reconciliación nacional.
La conducción de Porfirio Muñoz Ledo en las sesiones en la Cámara de Diputados ha propiciado que los ánimos no avancen a un mayor nivel, aunque haya tenido que atemperar los ánimos de sus huestes recordándoles que es “la hora de la reconstrucción nacional, no de una democracia colérica”.
Se empiezan a ver intenciones para terminar con el despilfarro, pero lo primordial será el compromiso cotidiano de revertir por medio de sus dichos y sus actos la reprobación ciudadana. Ayer, por ejemplo, el Senado inició trabajos con 43 legisladores ausentes y la Cámara sin la presencia de 153 diputados; si eso ocurre en las primeras sesiones, no se vaticina una gran diferencia con legislaturas previas.
A este país le urgen legisladores que devuelvan la dignidad al Congreso. Si no se logra en esta generación, se habrá perdido quizá la última oportunidad de enmendar el camino.