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Dentro del plan de austeridad emprendido por la actual administración federal, se ha planteado la desaparición del Instituto Nacional de Infraestructura Física Educativa (INIFED) para que el presupuesto que se le otorgaba sea distribuido a las propias comunidades escolares para que sean éstas las que se encarguen de reparar, remodelar o incluso construir escuelas e instalaciones educativas públicas. Dicha dependencia es actualmente la encargada de normar y edificar escuelas, así como de supervisar la infraestructura con la que estén equipadas, pero según lo anunciado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, el programa “La escuela es nuestra” hará la entrega directa a comités conformados por alumnos, maestros y padres de familias de los recursos necesarios para construcción, reparación o mantenimiento de los planteles.
Sin embargo, un censo realizado por la propia Secretaría de Educación reveló que de la red de más de 145 mil planteles educativos públicos, casi una tercera parte presenta fallas estructurales y otra tercera opera en inmuebles fuera de norma. Dejar la atención de esas tareas en manos inexpertas podría no solo ser un sinsentido, sino poner en peligro a los estudiantes y personal que ocupan tales instalaciones, pues se perdería la valiosa experiencia acumulada en el INIFED, que cuenta con la asesoría de expertos tanto en construcción como en la gestión de permisos y trámites necesarios para cualquier obra, que es uno de los aspectos más difíciles de confrontar que tal vez no se han considerado en la propuesta gubernamental.
Y es que no se ha considerado que muchos de los planteles educativos públicos no solo se han erigido para funcionar como escuelas, sino también con una segunda función como albergues y refugios en casos de contingencias naturales. Ello porque en su planeación se hizo con apego a estrictas normas de construcción. Pero ahora, con la intención de dejar en manos de alumnos, padres y maestros la atención de la infraestructura escolar, la población que la utiliza quedaría vulnerable al utilizar instalaciones que, lo más probable, se erigirán siguiendo esquemas de autoconstrucción e improvisación, así como aplicando supuestos ahorros en la elección de materiales y proveedores de construcción.
Construir escuelas no consiste simplemente en poner cuatro paredes y un techo, sino que se requiere contar con serias especificaciones de ingeniería para que resistan distintas condiciones climatológicas o contingencias naturales como sismos o huracanes, por ejemplo. Es una asignatura pendiente.