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Las libertades que México ha alcanzado en las últimas décadas —muchas aún en proceso de consolidación— no surgieron de la noche a la mañana; son producto de fuertes exigencias que han emanado de la ciudadanía. La más notable de ellas se dio en 1968, cuyo desenlace trágico se recuerda hoy.
El movimiento estudiantil de hace medio siglo, detonado por un incidente de abuso policial contra jóvenes, aglutinó a padres, autoridades universitarias y diversos grupos en la Ciudad de México, así como en varias partes del país. Distintas voces se unieron entonces en demanda de espacios de participación política y de mayores libertades.
La respuesta oficial no fue de diálogo sino de oídos sordos. Un mitin en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, terminó con un número indeterminado de muertos. En 2002 EL UNIVERSAL publicó un informe de la embajada estadounidense que cifró las víctimas mortales del 2 de octubre entre 150 y 200; el sábado pasado este diario presentó otro reporte elaborado por la investigadora Susana Zavala, de la UNAM, que tras una revisión de distintos archivos encontró el registro de 78 muertos vinculados con el movimiento estudiantil, de julio a diciembre de 1968, además de 31 desaparecidos, 186 lesionados, mil 491 detenidos y mil 786 personas agraviadas.
Luego de la noche de Tlatelolco, varios años transcurrieron para que empezaran a asomar cambios en el país y más hechos significativos tuvieron que añadirse: la reforma política de 1977, los sismos de 1985, las elecciones de 1988. La democracia, la libertad de expresión y el respeto a los derechos humanos se fueron estableciendo hasta llegar a ser parte de la normalidad nacional.
La importancia de recordar una fecha como el 2 de octubre de 1968 radica en que fue el punto de partida para contar con una sociedad más participativa y autoridades más sensibles.
Para los gobiernos 1968 debe representar un recordatorio permanente de que los reclamos sociales no deben atenderse con la fuerza, sino con la disposición al diálogo y el respeto a los derechos humanos.
En su desarrollo histórico y social, México ha transitado por momentos que dejaron una marca indeleble. Uno de ellos han sido los hechos de 1968. La fecha es escasamente aludida en los discursos oficiales, pero la sociedad se ha apropiado de sus palabras y de sus ideales; aspiraciones que son válidas hoy tanto como ayer.