Pasó casi una semana desde que la bebé Nancy Tirzo fuera robada de manos de su familia a las afueras del Hospital General de México, en la colonia Doctores de la Ciudad de México, para que el caso —que afortunadamente se resolvió más por la participación ciudadana que por las pesquisas de la policía— dejara ver que fue la rápida respuesta en las redes sociales, que no solo despertó el interés de la opinión pública nacional, la que ayudó más que la actuación de las autoridades responsables de atender esta emergencia, acción que no fue precisamente la más pronta que la situación requirió.

Según se conoció a través de los testimonios y de los videos que se fueron recabando como pruebas, fue por un reglamento interno de la institución hospitalaria que la madre de la pequeña de sólo 8 meses de edad no pudo pasar con su hija al interior del nosocomio, a donde acudió a visitar a una hermana internada, dejándola al cuidado de un sobrino de 15 años que la acompañaba, mismo que fue abordado al exterior de la institución por la mujer que sigue siendo buscada por la policía. Esta persona se ganó la confianza del menor y consiguió que lo acompañara a una tienda localizada al interior de una estación de metro cercana, a la que le solicitó entrara a comprarle algún artículo, dándole dinero para pagarlo, y ofreciendo cuidar a la niña mientras realizaba la compra, momento que aprovechó la infractora para darse a la fuga con la bebé en brazos.

Hasta ese punto, las autoridades apenas comenzaban a armar lentamente el rompecabezas de pistas para determinar el paradero de la robachicos y la menor, que ayer apareció en Ciudad Nezahualcóyotl, comprada por una pareja en seis mil pesos. Ante este tipo de casos, que se dan con especial frecuencia en los nosocomios y escuelas, cabría preguntarse: ¿para qué quieren al menor que separan de su familia? ¿vale la pena arriesgarse tanto por tan poco? Alarma este tráfico de menores porque los métodos de identificación de bebés son ahora más estrictos que antaño, y es en proporción a esta dificultad, que los delincuentes actúan con mayor riesgo y atrevimiento. ¿Será que confían en la incapacidad policial?

El robo de infantes es uno de los flagelos más angustiantes no sólo para los padres y familiares cercanos, sino que preocupa sobremanera a toda la sociedad en su conjunto, por ello es urgente que, además de la ahora famosa Alerta Amber, con la que se le da especial celeridad a los casos de robo de menores, las autoridades encargadas de atender estos asuntos le otorguen prioridad máxima a cualquier reporte de desaparición, en especial tratándose de bebés que pueden ser llevados a otras partes del país o del extranjero, sin saber con qué fin han sido extraídos de sus hogares.

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