Más Información
Guadalupe Taddei solicitará ampliación del presupuesto para la elección judicial a la Cámara de Diputados; “si funciona, estaremos mejor en calidad y resultados"
Sheinbaum es una "consumidora voraz" de información: José Merino; el tablero de seguridad, herramienta clave, destaca
IMSS-Bienestar asegura mantener contratados a 2 mil trabajadores en entidades no adheridas al organismo
Rosa Icela Rodríguez se reúne con próximo titular del INM; “arrancaremos el 2025 con mucho trabajo”, asegura
SSa llama a tomar medidas preventivas ante bajas temperaturas; pide proteger salud por temporada invernal
fernandalodz@gmail.com
NUEVA YORK. Estoy en un taxi recorriendo las calles neoyorquinas. La belleza de la ciudad que nunca duerme contrasta con las barbaridades que escucho en la radio: dos asesinatos, un asalto, todo en el mismo lugar. ¿Lo más alarmante? El sitio en cuestión es parte de mi itinerario del día siguiente: The Bronx.
¿Por qué alguien visitaría un distrito que, según Address Report ,sitio especializado en el monitoreo y análisis de registros públicos, contiene siete de los 10 vecindarios más peligrosos del estado? Es una cuestión de paradigmas. Según el Global Peace Index vivo en el país número 24 de la lista de los más peligrosos y, aun así, camino todos los días con seguridad. Con ese pensamiento en mente, decidí hacer de mi experiencia
neoyorquina algo diferente al cliché de “Empire State y Estatua de la Libertad”, que es ideal para primerizos de la Gran Manzana, pero innecesario para quienes visitan la ciudad por segunda vez. NYC Go, mi fuente por excelencia para descubrir lugares en Nueva York, me sugiere visitar Belmont, la verdadera pequeña Italia.
Llegar a Belmont en el Bronx es una experiencia extraña pero inofensiva. La estación del metro está casi vacía, salvo por un grupo de hombres que caminan en círculos, cada quien por su cuenta mirando hacia abajo, sin alguna intención aparente. Es una de esas situaciones en las que cualquier turista optaría por actuar natural y caminar lo más rápido posible hacia la salida. Una vez fuera, la calle no es agradable a la vista, es un pasillo interminable de tiendas de ropa barata, pero la cantidad de gente aumenta y la sensación de inseguridad disminuye.
Después de caminar unas cuadras, llego a la avenida Arthur, la más representativa de Belmont, cuyo aspecto sencillo, pero con un marcado aspecto europeo, la hace distinguirse de otras secciones de la zona.
A finales del siglo XIX, el distrito del Bronx se vio envuelto en una ola de migración italiana, compuesta principalmente por obreros que se dedicaron a construir The Bronx Zoo, el zoológico metropolitano más grande de Estados Unidos, que alberga a más de 600 especies provenientes de distintos lugares del mundo. Y aunque ahora la mezcla racial está compuesta principalmente por latinoamericanos y afroamericanos, la colonia es conocida coloquialmente como “la verdadera pequeña Italia”, haciendo referencia al barrio de esa misma nacionalidad en Manhattan. Esto se debe a la gran cantidad de negocios italianos principalmente restaurantes y tiendas de productos animales gourmet que ahí se concentran, mismos por los que vale la pena quitarse el miedo y hacer una visita.
Quesos y cervezas
Después de probar un cannoli recién hecho en Madonia Brothers Bakery, una de aquellas panaderías cuyo aroma a pan recién horneado atrapa a los peatones, me dirijo al Arthur Avenue Retail Market, un mercado donde se pueden comprar desde verduras frescas hasta puros recién hechos y productos italianos de importación.
Es imposible no detenerse en cada puesto a probar embutidos, detenerse a mirar los mostradores llenos de quesos añejos o, simplemente, dejarse seducir por el colorido de la producción vegetal que se ofrece en los distintos puestos.
Al centro del mercado se encuentra The Bronx Beer Hall, un restaurante de platillos italianos y americanos entre ellos una tabla entrañable de carnes frías y quesos, que complementan a la perfección la estrella del lugar: una colección de cervezas artesanales neoyorquinas. Aquí me reúno con Anthony Ramírez, dueño del establecimiento y fundador de Mainland Media y From The Bronx, dos compañías que buscan limpiar la imagen del distrito.
Cambia de look y se pone de moda
“The Bronx tiene una reputación terrible en Estados Unidos”, me comenta Ramírez. “Mi objetivo es hacer que la gente se quite esos paradigmas y vea que es un buen lugar para tener un negocio, una familia y llevar una vida”. Y aunque parece un discurso desarrollado por un orgullo de pertenencia, hay una gentrificación que lo respalda. Según el centro Furnam de la Universidad de Nueva York, el precio de las rentas en la zona de Belmont ha aumentado 23% en los últimos 15 años. Además, el exorbitante costo de vida en zonas como Brooklyn y Manhattan ha obligado a más gente a establecerse en este distrito, lo que ha conseguido un aumento en nivel educativo de poco menos de 10%.
Mientras esto sucede, los jóvenes de la zona se están preocupando por fomentar la convivencia y la participación vecinal. Ramírez se ha esforzado en convertir su restaurante en un centro de reunión para locales y un punto de interés para jóvenes provenientes de otros distritos.
The Bronx Beer Hall ofrece presentaciones musicales, artísticas y transmisiones de eventos deportivos, con lo que ha llamado la atención de estudiantes de la universidad de Fordham y hipsters de Brooklyn.
Parte de lo que hace al distrito un destino atractivo es la cantidad de celebridades y personajes notables que han vivido ahí. La conexión más inmediata que suele hacer la gente es Jennifer Lopez (¿recuerdan la canción “Jenny From The Block”?). Pero la lista de personas a las que podríamos vincular con el Bronx es muy extensa. El distrito ha sido casa de Mark Twain, Stanley Kubrick, Lana del Rey, Cuba Gooding Jr., Saoirse Ronan, Calvin Klein, Al Pacino, Linda Lovelace, Steven Tyler, Woody Allen y Edgar Allan Poe.
Para aficionados de la literatura de este último como yo, el Bronx tiene una visita obligada: la última casa del escritor, en el parque Poe. Originalmente estaba a una cuadra de distancia de su ubicación actual. A finales del siglo XIX estaba contemplada para demolerse, pero después de una serie de quejas, se movió a su ubicación actual para que su preservación no obstruyera los planes de urbanización de la zona.
En su interior, la decoración simula la época en la que vivió el escritor, y exhibe tres objetos que le pertenecieron: una mecedora, un espejo roto y la cama en la que murió su esposa.
Es un recorrido muy breve, pero nostálgico, pues es la casa que vio nacer obras como el icónico poema Annabel Lee y Eureka.
Después de un descanso de lectura en el parque (porque ¿qué mejor que disfrutar un poema en el mismo lugar en el que fue escrito?) comienza a oscurecer. Hay varios sitios que hubiera querido visitar, como el Bronx Museum of the Arts, un sitio perfecto para conocer el arte contemporáneo americano; el Jardín Botánico de Nueva York, un impresionante espacio verde compuesto de 50 jardines temáticos y un centro de investigación que desarrolla uno de los programas de conservación más extensos del mundo.
Si fuera con niños, por ejemplo, esa hubiera sido una parada obligatoria. Sin embargo, pese a mi conversación con Anthony y a que yo misma he constatado que el Bronx no es aterrador mientras se recorra por las calles correctas, decido que lo más prudente es regresar a la Nueva York romántica que ofrece Manhattan, pues como turista siempre existe la posibilidad de vagar de más y acabar precisamente en los sitios que le dan al distrito la reputación que tiene.
Me quedo con una nueva versión de Nueva York, una en la que el romanticismo de la ciudad de los rascacielos se nubla y da lugar a la tierra del migrante, una aventura que, sin necesidad de glamour ni efectos especiales, pero de la mano de una buena cerveza y un cannoli, relata la realidad detrás del sueño americano.
GUÍA DEL VIAJERO
Cómo llegar
Desde la Ciudad de México, con Aeroméxico. Tomar las líneas 1, 2, 4, 5, 6, B o D del Metro desde Manhattan.
Dónde quedarse
The Hudson Hotel en Manhattan. Al Bronx solo hay que dedicarle dos días de visita.
Consejos
Usar transporte público para llegar. Un taxi desde Manhattan cobra unos 40 dólares.
Llevar efectivo e ir con el estómago vacío. Vale la pena comer en cualquiera de los
restaurantes italianos de la calle Arthur.
Tomar un auténtico café italiano. Combinación ganadora: cannoli o napoleone de
Madonia, con un café del mercado.
SCHSC