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alejandro.rodriguezd@eluniversal.com.mx
La sensación de velocidad estremece. Esa larga recta de mil 314 metros en el renovado trazado del Autódromo Hermanos Rodríguez da libertad a los caballos de fuerza de los autos tipo fórmula para sobrepasar los 300 kilómetros de hora.
Luego, vienen curvas que jalan y una entrada al Foro Sol que impresiona por la sensación de partir un estadio deportivo.
Así lo constató EL UNIVERSAL, en un recorrido realizado a la pista de la Magdalena Mixhuca, a bordo de un monoplaza adaptado para llevar a dos acompañantes.
El doble campeón mundial de la F1, el brasileño Emerson Fittipaldi, fue el encargado de conducir un auto patrocinado por Santander para llevar a algunos afortunados a conocer la pista del Gran Premio de México de los próximos cinco años.
Siete curvas a la izquierda, otras 10 a la derecha. Fittipaldi pareciera conocer la ruta a ojos cerrados. La velocidad que se ejerce en cada vuelta provoca que las cabezas se ladeen de forma involuntaria, los brazos pesen como plomo y el vacío se sienta en el estómago.
La zona del estadio aprieta el trazado, en tanto que la de eses ha desaparecido para dar paso a segmentos más rápidos.
Pese a estar con un cinturón de seguridad con arnés de cinco puntos, la sensación es la de despegarse del asiento en las rectas del Hermanos Rodríguez. El motor ensordece, pero para Fittipaldi es como música. Y, de vuelta, la larga recta que genera vértigos...