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“Una noche de futbol puro”, en palabras del técnico Diego Simeone, le aguarda al Atlético de Madrid en el estadio King Power frente al Leicester City, la resolución de los cuartos de final de la Liga de Campeones, con un gol de ventaja y muchísima presión para el bloque rojiblanco.
Es el asalto definitivo a las semifinales. A ellas aspira el Atlético, subcampeón y presente en esa ronda en dos de las últimas tres ediciones, y a él se opone el Leicester, ganador de sus cuatro duelos como local en esta edición del torneo; un combate de indudable intensidad, por cada rechace, cada balón y cada sector.
Una lucha ante la vibrante e imponente animosidad de la grada, un pulso frente a Jamie Vardy o Riyad Mahrez, los dos hombres clave del equipo inglés, y un duelo contra un conjunto competitivo que no admite ningún error. Tampoco la renta con la que viaja hasta allí, un 1-0 a priori corto, pero que casi siempre ha sido una garantía. Por ejemplo, de los 45 resultados en la Liga de Campeones de la era Simeone sólo uno ha sido una derrota por más de un gol, la final ante el Real Madrid de 2014, prórroga incluida (4-1), porque al final de los 90 minutos el marcador era de 1-1, por lo que ninguno de ellos le elimina. Y sólo tres equilibrarían la eliminatoria.
Tampoco ninguno de sus marcadores de este 2017, con sólo tres derrotas en sus 26 encuentros desde el parón navideño, ninguna como visitante y todas por un gol de diferencia (dos 1-2 con el Barcelona y un 2-3 con Las Palmas) y suficientes para acceder a semifinales. El Atlético, a la vez, ha ganado siete de sus últimos nueve choques europeos.
Bajo esos parámetros, con las características que mejor maneja el Leicester —velocidad, intensidad o futbol directo— y con el aviso reciente de la eliminación del Sevilla, hay asuntos clave en el partido: las segundas jugadas, la concentración en cada milímetro, la precisión y velocidad al contragolpe.