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Como tantas veces sucede con las mayores glorias del futbol, era difícil adivinar que en el cuerpo menudo y mutilado del francés Raymond Kopa se hallaba un jugador de leyenda, que elevó el arte del regate y la finta a su mayor expresión.
Fallecido hoy a los 85 años, Kopa iba para minero, como lo fueron sus padres y abuelos, inmigrantes polacos que buscaron fortuna después de la Gran Guerra en las minas del norte francés.
Raymond Kopaszewski aprendió a driblar en las calles de Noeux-les-Mines, un pueblo muy cerca de la frontera con Bélgica, donde destacó desde niño.
Pero su destino minero se cruzó muy pronto en su vida, y a los 16 años perdió dos falanges del pulgar y el índice de su mano izquierda en un derrumbe cuando trabajaba en la mina.
Entregado ya por completo al futbol en el equipo de su pueblo natal, fue gracias al Concurso para Jóvenes Futbolistas de 1949, donde quedó segundo, que consiguió su gran oportunidad en el Angers, entonces equipo de segunda división.
De allí se llevará su nuevo apelativo, "Kopa", por gentileza de su entrenador Camille Cottin, y conseguirá impresionar a los dirigentes del Stade de Reims, donde llegó en 1951.
"Los goles no eran mi fuerte", reconoció en un reciente documental de la Federación Francesa de Futbol. Lo suyo era atormentar con regates a las defensas rivales antes de dar el pase decisivo. Y en esa tarea tuvo grandes aliados a lo largo de su carrera.
"Me hizo feliz encontrarme en mi carrera con Just Fontaine", delantero que todavía hoy ostenta el récord de goles marcados en un sólo Mundial, 13, en 1958.
Precisamente fue su exhibición con los "Bleus" en un partido amistoso frente a España, que ganó Francia por 1-2 con un gol y una asistencia suyos, lo que despertó de forma definitiva el interés del Real Madrid por él.
"Fue el mejor partido de mi carrera", consideraba Kopa, a quien un periodista inglés presente en el choque convirtió para siempre en el "Napoleón del futbol" en su crónica para el "Daily Express."
Tras lucirse también en la final de la primera Copa de Europa que perdió su Reims con el Real Madrid, Santiago Bernabéu saca la chequera para traerlo a España en uno de los primeros grandes fichajes mediáticos de la historia.
Kopa se unió a Rial, Gento y Di Stéfano para formar una de las delanteras más legendarias de todos los tiempos, a la que más tarde se incorporaría Puskas.
En el Real Madrid, el francés gana prácticamente todos los partidos que juega, se lleva tres Copas de Europa y dos Ligas, y mete 48 goles en 158 partidos.
En pleno periplo madridista, brilla en el Mundial de 1958, donde lleva a Francia hasta las semifinales, hasta que un joven de 17 años llamado Pelé se cruza en su camino. Y ese mismo año logra por fin el Balón de Oro, tras quedar las dos temporadas anterior segundo en el trofeo.
En 1959, Kopa regresa a su añorado Stade de Reims, donde dispone de la libertad para convertirse en el capitán del ataque que en el Madrid le estaba restringida por el poderío de sus compañeros.
Al francés le tocó jugar por todo el frente de la ofensiva, ya fuese como ariete, por el costado derecho o como media punta, donde se encontraba más cómodo.
En Reims, su estrella futbolística se fue apagando poco a poco, aunque no su popularidad entre los franceses, que le hizo convertirse en uno de los primeros jugador en crear su propia marca y dar, por ejemplo, su imagen a unos zumos de frutas.
Si algo se recuerda hoy, además de su talento deportivo, es la fuerte personalidad de Kopa. En 1963 fue suspendido seis meses por denunciar que "los futbolistas son esclavos", y fueron legendarios sus enfrentamientos con los patrones del deporte y de la selección francesa.
Junto a Just Fontaine participó en la creación del primer sindicato de futbolistas, la UNFP, de la que fue vicepresidente.
Pero para entonces, el pequeño Kopa (que a sus 1,68 metros comparte altura con Messi) ya había ascendido a los altares del futbol mundial y especialmente en Francia, donde, según recordó hoy el presidente François Hollande, era "uno de los deportistas más admirados".
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