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hector.morales@eluniversal.com.mx
El estadio Olímpico Universitario, bien pudo ser considerado como la “casa de la intolerancia” antes, y durante el Pumas-América
Previo al duelo, “hinchas” de Universidad se enfrentaron a policías y se dieron el lujo de agredir a reporteros. Aficionados azulcremas que tenían que despojarse de su camiseta para evitar ser violentados. Y, como ya es una costumbre, el plantel águila tuvo que llegar con seguridad y camionetas blindadas al coso de CU, un hecho único en el futbol mexicano.
Durante el juego, al jugador emplumado Cecilio Domínguez le aventaron un vaso con líquido cuando celebraba el gol de Oribe Peralta. Este acto puede derivar en una sanción para los felinos.
Fans amarillos resultaron amedrentrados por el simple hecho de sentarse abajo de “La Rebel”, y tuvieron que cambiarse de lugar para poder estar en tranquilidad con sus acompañantes al momento de observar el duelo.
Los cinco mil efectivos de seguridad pública, desplegados para mantener la paz en el partido más caliente de la capital, se dedicaron a contener, pero no lograron anular los desmanes.
El resultado oficial emitido por las autoridades: 20 personas remitidas al Juez Cívico por ejercer la reventa y 59 más por alteración al orden público.
La ingesta de alcohol y el consumo de drogas dentro y fuera del Olímpico eran acciones toleradas en el terreno de la máxima casa de estudios del país. Por ejemplo, seguidores del delantero puma, Nicolás Castillo, fumaban marihuana en las gradas. Nadie lo impidió.