Las grabaciones de casi 11 minutos de comunicaciones entre la controladora aérea del aeropuerto de Rionegro y la tripulación del vuelo LaMia CP-2933, accidentado la noche del lunes, refuerzan la hipótesis de que el avión llegó a su destino casi sin combustible, en contravía de las normas mínimas de seguridad aérea, lo que a su vez habría derivado en el siniestro que dejó 71 víctimas fatales.

El avión partió de Santa Cruz de la Sierra, en el centro-sur de Bolivia, y cubrió unos 2.700 kilómetros sin hacer ninguna de las dos escalas para reaprovisionamiento que, según la misma empresa, eran casi obligatorias. Así, siguió de largo sobre el poblado de Cobija, en el norte boliviano, y tampoco hizo escala en Bogotá después de más de tres horas de vuelo. La nave, un RJ-85 británico de cuatro motores, tiene una capacidad de almacenamiento de combustible de 11,776 litros. En condiciones normales, ese combustible da una autonomía de vuelo de 2.962 kilómetros, y la ruta entre el aeropuerto de Viru Viru, de Santa Cruz de la Sierra, y el del aeropuerto de Río Negro en Antioquia hay 2.972 kilómetros.

Durante un vuelo, según pilotos consultados por este diario, hay factores como el viento de cola que las tripulaciones suelen aprovechar para minimizar el gasto de combustible. Pero incluso aunque este hubiera sido el caso, dicen las mismas fuentes, todos los pilotos conocen perfectamente que no pueden arribar a un destino sin reservas suficientes para desplazarse a un aeropuerto alterno y sobrevolar al menos por media hora.

Las conclusiones oficiales sobre el accidente que convirtió en tragedia la épica temporada futbolera del Chapecoense de Brasil se podrían tardar semanas o meses. Comisiones de este país y de Bolivia arribaron para apoyar las pesquisas de la Aeronáutica Civil, mientras la Fiscalía también adelanta sus pesquisas.

Además del análisis de las cajas negras y de las turbinas del avión, que fueron recuperados el martes, los investigadores también analizan las comunicaciones entre la torre de control de Rionegro y los cuatro aviones que sobre las 9 y 30 de la noche del lunes coincidieron sobre el terminal aéreo.

Como ya se sabe, un avión de Viva Colombia que volaba de Bogotá a San Andrés desvió hacia Rionegro y pidió prioridad para aterrizar. Se trata de un término que en el mundo de la aviación significa que la nave no está en emergencia, pero sí que hay algún riesgo. Ese avión supuestamente tenía una fuga de combustible y por eso a otros tres vuelos –el LaMia, uno de LAN y uno de Avianca– les ordenaron sobrevolar un área cercana al aeropuerto.

De un momento a otro el capitán Miguel Alejandro Quiroga Murakami, que era a la vez dueño del avión y piloto, solicita también la prioridad para la aproximación: “se nos ha presentado un problema de combustible”, dijo con tranquilidad.

Para ese momento, el LaMia estaba a 21 mil pies de altura, el de Avianca estaba a 19 mil y el LAN, a 14 mil pies. Ese orden, dicen expertos consultados, muestra hasta dónde la torre de control asumía que el avión boliviano operaba con plena normalidad.

Tras el anuncio, la controladora le respondió confirmando su petición de prioridad y le anunció que en unos siete minutos debía empezar la aproximación. La grabación muestra que pasaron al menos dos minutos y veinte segundos antes de que el capitán Quiroga volviera a pedir “vectores para aproximación”, esto es, instrucciones para proceder al aterrizaje.

En ese momento, la controladora le informa que hay un vuelo entrando a pista y que además están limpiando la pista, por precaución por el material que pudiera haber dejado escapar el Viva Colombia. Solo en ese momento, cuando ella le pregunta sobre el tiempo que tiene “para hacer la aproximación”, el piloto habla de una “emergencia de combustible”. “Por eso le pido de una vez curso final”, dice.

¿Se demoró la torre de control en darle pista al LaMia? Pilotos y técnicos consideran que esto no fue así, porque hasta ese momento la tripulación del avión boliviano no se había declarado en emergencia, protocolo que implica que se abre de inmediato un corredor aéreo para el aterrizaje y se disponen todos los organismos de seguridad en tierra para atender la situación.

Así, la torre le ordenó al vuelo de Avianca que apurarara el aterrizaje para darle paso al vuelo del Chapecoense, y canceló el aterrizaje del LAN, que era el que seguía en la lista. En ese momento, el piloto dice que ya inició el descenso, y lo que hace Rionegro es desviar los otros dos aviones para abrirle tránsito a 18 mil pies. La controladora le dice que la pista está húmeda y que si lo requiere estaría listo el “servicio en tierra”. “Les confirmaremos”, dice el piloto. Por los siguientes minutos todo parecía controlado.

Sin embargo, en el minuto 9 de la grabación de la comunicación es desesperada. El piloto del Lamia reporta: “Señorita, 2933 está en falla eléctrica total, sin combustible”. La torre le informa que la pista “está libre y operable en lluvia”, y con “bomberos alertados”.

“Vectores a la pista, vectores a la pista”, responde el capitán.

Ella le alerta que no lo registra “con la altitud” para pasar por encima del VOR (radiofaro) del Cerro Gordo (donde ocurrió el accidente) y le pide informar su posición. “No le tengo con la actitud, LaMia”, le insiste.

El capitán, con voz desesperada, reporta nueve mil pies de altura. “Vectores, señorita, vectores”, fueron sus últimas palabras.

Cuando la torre insiste para que informe altitud, ya no hay ninguna respuesta. “2933, ¿cuál es un posición? ¿Cuál es su posición?, insiste la torre, inútilmente.

Las tripulaciones de los otros aviones asistieron, por radio, a la tragedia. Algunos de ellos coinciden que cuestionar por qué si tenía poco combustible el piloto del LaMia no reportó desde un primer momento su situación, lo que le habría dado prioridad en la pista.

“Se trata de una fatal coincidencia porque si el avión de Viva Colombia no se declara en emergencia por falta de combustible el avión que venía de Brasil hubiesen entrado sin ningún inconveniente”, le dijo a El TIEMPO el ingeniero de aviación Guillermo Elkin Casalins.

En este caso la controladora no tendría ningún tipo de sanción por no haberle permitido el acceso al avión de LaMia, que tenía menos autonomía de combustible, y darle prioridad al avión de Viva Colombia, porque el piloto de la nave que transportaba a los jugadores de fútbol nunca manifestó que se estaba quedando sin gasolina. Cuando lo hizo ya era demasiado tarde.

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