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Serie abierta. Primer round de estudio teñido de rojiblanco sobre el América. El empate 1-1 le da ventaja al Guadalajara por el gol de visitante. Anoche, un duelo en el que no hubo matón, porque tampoco ninguno quiso morir desde los cuartos de final de ida.
El estadio Chivas definirá el domingo. Venganza azulcrema o el Rebaño acaba de pisotear el centenario de su máximo enemigo deportivo.
El fervor en la grada contra el frío en el ambiente. El Clásico Nacional fue capaz de deshielar a los aficionados de ambas escuadras que presumen una enemistad histórica e irreconciliable.
Duelo que se juega en un campo de futbol americano, pues las yardas y las zonas de anotación pintadas el lunes pasado para el Texans vs. Raiders se notaron a simple vista.
América salió inspirado. Agobió al Guadalajara como si quisiera cobrarle en apenas unos minutos los mazazos a su centenario que le propinó en este semestre. La eliminación en la Copa y el 0-3 de la fase regular dolieron y los azulcrema buscaron el desquite pronto y lo más humillante posible.
Desnudaron a las Chivas que se mostraron, en la primera mitad, inermes, frágiles y hasta con un desinterés por el juego. Los americanistas se adueñaron del juego, desconectaron a sus contricantes y jugaron cerca del área defendida por Rodolfo Cota.
Apremio incesante que tarde o temprano rindió frutos para los de Coapa.
William Da Silva, inspirado y potente, se conectó con Silvio Romero en una bella pared. Isaac Brizuela terminó por desentenderse de la jugada y prefirió el fútil argumento del fuera de juego. Pero el brasileño emplumado se incrustó por el lado izquierdo y, ante la salida de Cota, bombeó el esférico que se anidó en la portería rojiblanca (23’).
El Estadio Azteca explotó. Guadalajara estaba desconcertado, mostraba la peor versión de sí mismo en los clásicos nacionales de este semestre. Las Águilas eran asfixiantes, robaron balones a placer a unos tapatíos desesperados por no ligar tres pases. El marcador, 1-0, lució poco para el dominio azulcrema.
Las malas sensaciones para el americanismo sólo se presentaron en la primera parte cuando Rubens Sambueza, su líder moral y capitán, salió de cambio lesionado. Su lugar fue ocupado por Osvaldo Martínez.
Tan claro fue el poderío capitalino, que el primer disparo a puerta del Rebaño Sagrado se dio hasta el minuto 45, cuando Carlos Peña envió un tiro al poste.
Pero entre grandes, el perdón y la clemencia son dones inadmisibles. El “Gullit” generó un penalti por una carga de Edson Álvarez.
Surgió un problema en el Guadalajara. ¿Quién lo tiraría? Peña y Alan Pulido generaron dudas por sus antecedentes. Por eso, Carlos Salcido tomó el balón y engañó a Moisés Muñoz para empatar (45+4). Gol de visitante, tan importante en series con ese criterio de desempate. El Clásico se fue 1-1 al descanso.
Segunda parte que inició con peligro en ambas porterías. Carlos Darwin Quintero tuvo un mano a mano que no supo aprovechar, pese a que se enfiló hacia la meta tapatía y tuvo el disparo a placer por varios instantes. Los rojiblanco se repusieron y desarmaron al colombiano.
Instantes después, Alan Pulido sacó un remate sólido y a poca distancia, que sólo los reflejos de Moisés Muñoz impidieron que fuera el segundo gol de las Chivas.
El duelo se tensó poco a poco. Empezó a entrar el nerviosismo a ambas escuadras que no quisieron arriesgar en el terreno de juego a descalabro. La Volpe mandó a Michael Arroyo y a Oribe Peralta a tratar de ofender con piernas nuevas al Rebaño. Matías Almeyda metió a Javier López como respuesta a la estrategia bigotona.
América se vio ligeramente mejor que su archienemigo, pero sin desbocarse o mostrar la pegada que suele tener.
Guadalajara se conformó con la igualada con gol de visitante.
Los rojiblancos se llevaron ese botín a casa, donde el semifinalista se definirá. El empate sin goles, el 1-1 o el triunfo le da el pase a Guadalajara. La victoria o igualar por dos goles o más, le da el boleto al América.
Nada definido. El domingo habrá un sólo verdugo.