Dos goles de Antoine Griezmann y Kevin Gameiro en la segunda parte, una victoria por 2-0 contra el PSV y la seguridad del primer puesto de su grupo de la Liga de Campeones reanimaron al Atlético de Madrid, más por el resultado, un triunfo revitalizante, que por el juego, aún con más dudas que certezas.
Todavía no ha recuperado el nivel imponente de hace un par de meses, cuando lideraba la Liga y goleaba sin pausa, ni tampoco, por lo visto en el encuentro de este miércoles, está aún cerca de esa versión, pero, en el tránsito por su actual bache, las victorias son los mejores cimientos para ganar tiempo, tranquilidad y confianza.
En octavos de final desde la anterior jornada, el Atlético de momento avanza como primero de su grupo por cuarto año consecutivo. Lo certificó antes de lo previsto, sin necesidad de la visita a Múnich, porque el Bayern falló en Rostov (3-2) y porque el equipo rojiblanco, dos horas después, se impuso sin mucho brillo al PSV.
Lo hizo con novedades en su once. Una por encima de todas: Tiago Mendes. No había partido de la alineación desde el primer encuentro de este curso, hace ya quince partidos, ni había probado en el teórico once el martes -lo había hecho con el argentino Nicolás Gaitán-. Entró él y Koke regresó a la banda, aunque con libertad para centrarse, moverse y asociarse por múltiples zonas en ataque.
Una cuestión circunstancial o un indicio de futuro. Lo dirá el próximo partido de Liga contra Osasuna, el domingo, y el tiempo mientras se mantiene el debate de fondo entre el Atlético de esta campaña, el de Koke en el medio, más vistoso y con más posesión, o el de anteriores años, aquel que partía de una prioridad defensiva.
Este miércoles, de momento, regresó al pasado en el centro con la pareja Tiago-Gabi por el medio, pero quizá el bache va más allá de posiciones y nombres. Fue un equipo impreciso, previsible y hasta vulnerable en la primera parte. Incluso, transmitió precipitación quizá por la carga y la presión de los últimos malos resultados.
Distante de su mejor fútbol todo el choque, tuvo tres ocasiones hasta el descanso, concentradas en los primeros doce minutos. No aprovechó la primera Gameiro, cruzó demasiado el tiro Griezmann después y cabeceó flojo el uruguayo Diego Godín. Enfrente, una defensa de cinco y un rival mermado por las bajas.
No tuvo pegada en la primera parte, pero tampoco juego. Delante, ni desbordó ni encerró a su adversario; atrás, sintió de nuevo dudas por momentos, las mismas que en los precedentes más cercanos, endeble entre líneas y desequilibrado en un contragolpe que el uruguayo Gastón Pereiro entregó a las manos del esloveno Jan Oblak.
Mientras en estos días los focos apuntaban a la estadística defensiva, nueve goles en contra en los cinco partidos previos al PSV, hay otra que sobresalía en el Atlético: no había marcado en tres de sus cinco choques anteriores, los tres que ha perdido. Un déficit que subsanó en la segunda mitad ante el PSV Eindhoven.
Entre Gameiro y Griezmann solucionaron el apuro, cuando ya había más nervios en la grada, cuando ambos conectaron y cuando el primero de ellos lanzó un derechazo perfecto, por potencia, colocación y destino: el gol, el primero del Atlético; mucho más que un 1-0 en el panorama insustancial del partido. Un alivio rumbo al triunfo.
Aligerado de la inquietud del 0-0, más y mejor con la pelota y con el encuentro bajo su control, no hubo duda ya de su victoria, menos aún cuando Griezmann, a pase de Tiago, transformó el 2-0 ante Jeroen Zoet dentro del área. La sentencia de la victoria y del primer puesto de grupo, a la espera de reencontrarse con el juego.