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Fracasos deportivos que no tuvieron consecuencias en quien los gestaron. Una sociedad como la de México que —de acuerdo con un análisis sociológico— está acostumbrada a la impunidad.
El 0-7 del Tri mayor ante Chile en la Copa América Centenario y la prematura eliminación de la Selección Sub-23 en Río 2016 dejaron la estructura de la Federación Mexicana de Futbol sin un rasguño. Mismo caso que el de Alfredo Castillo, director de la Conade, quien llevó a su pareja sentimental en labores de trabajo a los Juegos Olímpicos.
Nadie renunció; todos los responsables siguen en sus respectivos cargos: Decio de María (presidente de la FMF), Guillermo Cantú (secretario general), Santiago Baños (director deportivo de Selecciones Nacionales), Dennis te Kloese (coordinadores de Selecciones Menores) y los estrategas Juan Carlos Osorio (DT absoluto) y Raúl Gutiérrez (entrenador del Tri Olímpico). Castillo, incluso, fue ratificado en su cargo por el titular del Poder Ejecutivo, Enrique Peña Nieto.
En la sociedad mexicana, queda la resginación, de acuerdo con el sociólogo José Miguel Candia.
“Hay mucho de eso [tolerancia a la impunidad]. Hay indignación soterrada, lo platicamos con amigos, en el trabajo, en el transporte público, pero hay una aceptación de que las cosas son inmodificables, que no tienen arreglo y complicidad. Es la parte más negativa que sí debemos modificar”, explica el catedrático de la UNAM.
Tras la peor goleada sufrida por un combinado nacional mayor en la historia, Juan Carlos Osorio aceptó la culpa, aunque semanas después dijo que nunca pensó en abandonar el banquillo tricolor.
“Totalmente falso porque tenemos la confianza de los muchachos, tenemos la confianza de los jefes y nuestra recíproca confianza al jugador mexicano, por eso nunca pensé en dar un paso al costado. Tampoco nunca le llamé a nadie para pedirle la continuidad”, declaró el colombiano a principios de agosto.
En Río 2016, el Tri Sub-23 llegó a la competencia como el vigente medallista de oro, pero se fue sin siquiera superar la ronda de grupos. Tampoco hubo represalias contra quienes estaban a cargo de ese combinado nacional.
De acuerdo con el sociólogo Candia, el negocio sigue y manda en la Femexfut, pese a los fracasos.
“Los deportes profesionales forman parte de la industria del espectáculo y se rigen por la lógica de costos-beneficios. Se opta por hacer la estimación y decir que aún fracasando, mantener el equipo es redituable, porque mantiene los derechos de televisión, la compra-venta de jugadores y los patrocinadores. Esto crea un círculo vicioso”, explica el especialista.
“El balón pasa a segundo plano. y las cosas se resuelven en el escritorio y ahí pesa más la chequera que el juego. Mientras no se rompa el círculo vicioso, si hay ganancias aún con desempeños mediocres, no vamos a mejorar”, abunda.
El caso de Alfredo Castillo resultó sui géneris. Además de los medianos resultados deportivos que obtuvieron los atletas nacionales en los Juegos Olímpicos, se le sorprendió con su pareja en las sedes deportivas de la máxima justa deportiva, cuando, se suponía, estaba en representación del director de la Conade.
Puso su renuncia en la mesa, pero no de manera irrevocable. Los ciudadanos se inconformaron en las redes sociales, pero “aceptaron” su ratificación sin mayor problema.
“La capacidad de resignación es buena ante pérdidas irreversibles y mala ante situaciones que se pueden corregir. En el deporte se requiere cambiar a funcionarios, reasignar recursos. Si frente a eso, optamos por la resignación, como si fuera una fatalidad, todo sigue igual y es un punto sumamente negativo en nosotros”, concluye Candia.