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“México está cambiando para bien”; las frases clave y emotivas de Sheinbaum en su discurso por los 100 días de su administración
hector.morales@eluniversal.com.mx
Cualquiera pensaría que el estadio Olímpico Universitario es una zona de guerra. Camiones policiacos por doquier crean un laberinto, cuya única salida tiene de guardianes a decenas de granaderos.
Nadie entra ni sale sin ser minuciosamente revisado. Hay perros que detectan explosivos y olfatean a quienes están cerca. Los comandantes toman sus radios y hablan de que las porras americanistas están por llegar a ese recinto.
Hay nerviosismo entre los efectivos de seguridad, que son más de 6 mil. Saben que nada puede fallar en un recinto que está sitiado por los encargados del orden.
Los antecedentes añejos indican que las aficiones de Pumas y América tienen rencillas irreconciliables. Que, como se dice, “se traen ganas”. Por eso, los agentes impiden que se mezclen. Ni siquiera las familias, las parejitas o los amigos pueden estar juntos en las gradas si traen camisetas de equipos distintos.
Unos fans se esconden. Se ponen chamarras para ocultar la evidencia de su afición y poder ingresar donde se ubica la barra del cuadro rival.
Hiram Almeida, secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal, recorre el coso. Su rostro denota seriedad y concentración. El operativo es demasiado severo, por lo que cualquier brote de violencia parecería casi ridículo.
No hay cómo pueda darse una bronca campal o que alguien entre al Olímpico Universitario con un objeto que pudiera poner en riesgo a los asistentes.
Los efectivos realizan su labor. Esculcan los bolsillos y con sus detectores de metales pasan hasta por los genitales de los hinchas.
Una vez arrancado el juego, debajo del pebetero, hay empujones, reclamos, insultos y mentadas entre los propios seguidores universitarios. No pasan a más.
En el lado azulcrema, tampoco se notan mayores incidentes.
Pero hay quejosos. Las porras americanistas denuncian que, a su salida, los propios policías los sacaron “a madrazos”. Hechos que suelen pasar, porque los uniformados suelen tener tolerancia cero ante los radicales de cualquier equipo, máxime cuando es un partido de alto riesgo como el que se juega en territorio de la UNAM.
Las familias de los jugadores americanistas también sufren los estragos del duro operativo.
Al momento del desalojo del inmueble, los uniformados bloquean el túnel de acceso, provocando que se quedaran encerrados los parientes de los azulcremas. Momentos de zozobra e incertidumbre, hasta que, al final pueden salir, luego de que un oficial diera la orden de reabrir esa puerta.
Sin embargo, el hijo de Rubens Sambueza salió lastimado y con llanto del recinto universitario.
Son incidentes que deja un partido de alto riesgo como el Pumas-América. Un estadio convertido en un búnker para que la paz se mantenga en el encuentro. Ni seis 6 policías son suficientes para que el operativo de seguridad en este tipo de clásicos sea perfecto.