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Antes, mucho antes de ser campeón del mundo, José de Jesús Ramírez pasó pobreza y un mal episodio cuando murió su padre. De la noche a la mañana, tuvo que comenzar a trabajar, pero sin renunciar a su sueño de ser futbolista profesional.
“Muere mi papá. Tenía yo 13 o 14 años. No hay dinero y la necesidad de trabajar fue sí o sí. Después de eso, te das cuenta lo poderosa que es la mentalidad. Había tantas cosas adversas, el no tener dinero, trabajar, alejarte de las canchas, ya no era fácil ir a entrenar. Nunca se me quitó de la mente jugar”, comparte Chucho, nostálgico.
El hoy estratega tuvo que ganarse la vida como fuera para apoyar el ingreso familiar.
“Trabajé en un taller mecánico con un familiar. Ganaba algo mínimo, de chalán, pero lo que fuera estaba bien. Trabajé en una imprenta. Un amigo de la escuela me dio la oportunidad de trabajar en las noches y me daba chance de sacar fotos para luego venderlas”, recuerda.
“Mi mamá estaba preocupada porque no éramos económicamente de dinero. Visitábamos mucho a mi abuelita en una vecindad de la colonia Doctores. Había pobreza, entorno de droga, que tú veías ahí a diario. Pero tuve en casa una educación sólida, que me permitió decir que ‘no’”, asegura.
Pudo entrar a las fuerzas básicas de Pumas. Cumplió su sueño de compartir vestidor con Cabinho, Miguel Mejía Barón y Leonardo Cuéllar.
Cuando se retiró como futbolista empezó su andar en selecciones nacionales por invitación de Alejandro Burillo, hasta que en 2001 le encomendaron formar una Selección Sub-17.
Convenció a unos chavos de ser campeones del mundo. Y Lo logró. Héctor A. Morales