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El escándalo de corrupción protagonizado por la FIFA no es un caso aislado en el organismo. El libro titulado “Juego Sucio”, escrito por el periodista canadiense Declan Hill, es un robusto reportaje acerca de las mil y un fechorías que involucran a los hombres de pantalón largo desde los más altos niveles del deporte más visto en el mundo.

“La primera edición de este libro —explica Declan—, así como la polémica a la que dio lugar, ha motivado en parte una gran investigación policial en Europa, promovida por la unidad anticorrupción de la Policía Federal de Bochum (Alemania)”, descubre en el prólogo del texto.

“A lo largo de 12 meses, los investigadores escucharon miles de horas de conversaciones telefónicas, pusieron bajo vigilancia a docenas de personas y trabajaron las 24 horas del día para conocer el verdadero alcance de la trama de corrupción”, precisa. “A las 6:24 de una fría madrugada de noviembre de 2009, centenares de policías entraron en acción y detuvieron a docenas de sospechosos en toda Europa: 200 coincidencias sospechosas en nueve países y cien presuntos implicados, entre jugadores, árbitros, entrenadores, directivos de ligas y gángsters”.

El trabajo de Hill presenta “a algunos de los más importantes profesionales del amaño y explica los métodos que emplean”, lo que deriva en un sinnúmero de menciones que involucran directamente a la FIFA. Pero el capítulo 21, titulado “¿Quién vigila a los vigilantes?”, prácticamente está dedicado al máximo organismo rector del balompié en el orbe.

“La FIFA ha salido a relucir constantemente en este libro”, acusa el canadiense. “Es la organización que dirige los partidos de futbol en todas partes. En todos los países del mundo hay una federación nacional. A menudo se comenta que en la FIFA hay más países representados que en la ONU”, describe.

Y enseguida incursiona en el vasto reinado del antecesor de Joseph Blatter: el brasileño Joao Havelange y “el gigante de la empresa deportiva alemana Adidas, Horst Dassler, revolucionaron el futbol”. El primero venció en las elecciones a sir Stanley Rous en las elecciones presidenciales de la FIFA. Acto seguido llegó la mercadotecnia internacional.

“Se firmaron contratos multimillonarios de patrocinio con Adidas y otras muchas empresas multinacionales, se hicieron tratos por cesión de los derechos internacionales de televisión y la FIFA, que vivía al día en la década de 1970, se convirtió en una de las organizaciones deportivas más poderosas del mundo”, actualiza Hill.

Pero a Havelange se le relacionó, en 1994, con Castor Andrade, jefe de un grupo multimillonario de apuestas ilegales. ”Aquello ya era demasiado y en la Copa del Mundo de 1998, Joao, alegando motivos de edad —tenía 82 años—, dimitió. Ganó las elecciones y tomó las riendas de la FIFA un grupo de directivos suizos con Sepp Blatter, su secretario general, a la cabeza”.

La idea era que Blatter “iba a hacer una gran operación de limpieza”. La FIFA, asegura Declan, “sería una organización dirigida por suizos y eficientemente gestionada por profesionales con sentido de la ética y la moral y un código de conducta”.

Desafortunadamente, dice el autor, “han pasado 10 años desde las elecciones y todavía no está claro que sea así”. Por el contrario, “se han oído gran cantidad de acusaciones de fraude en las elecciones, de soborno en la delegación de votos y de escándalos de reventa en la última Copa del Mundo”.

En el otoño de 2007 “la policía suiza declaró que había empezado a denunciar a varios ejecutivos de la agencia que gestionaba los derechos de mercadotecnia y televisión de la FIFA desde hacía más de 20 años”. Las denuncias “eran por malversación, fraude, falsa bancarrota, perjuicios a los acreedores y falsificación de documentos en un caso de 100 millones de dólares”.

Por si fuera poco, “el año anterior la juez de un pleito multimillonario entre MasterCard y Visa por competencia en contratos de patrocinio citó a cuatro ejecutivos de FIFA, entre ellos el director de mercadotecnia y derechos de televisión, Jerome Valcke, por mentir deliberadamente y por falsificación de documentos”.

Basta recordar que este libro publicó su primera edición en mayo de 2010. Tendría Declan Hill la ardua tarea de agregar los casos recientes y los correspondientes a los últimos cinco años. Y el ‘modus operandi’ es el mismo. El “Juego Sucio” podría empantanar a cualqu iera en un lodazal, mas este modo de ensuciarse es único y no requiere de canchas de barro para que resalte la mugre...

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