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Luego de algunos años retirada del calendario oficial de las colecciones Crucero, la diseñadora volvió con un desfile presentado en la Galleria Vittorio Emmanuele II de Milán, uno de los espacios más representativos de la ciudad italiana.
Prada mostró una colección de aires deportivos y libre de complicaciones, con referencias a décadas como los años treinta y a colecciones previas, como la línea primavera-verano 2017. En la front row destacaron clientas asociadas previamente con la firma, como Susan Sarandon, Courtney Love y Bianca Jagger.
Si bien el desfile no fue tan espectacular como el de Chanel o Louis Vuitton, logró buenas críticas por parte de la prensa especializada, misma que aplaudió el buen gusto de la creativa.
A lo largo de los años, ha quedado claro que existe algo en los diseños de Prada que fascinan a los críticos de moda y el gran público por igual. Sus colecciones poseen una fuerte carga intelectual, pero también incluyen piezas que han logrado grandes éxitos comerciales. Los ejemplos sobran: la falda con labios estampados de la temporada primavera-verano 2000, la colección geek chic de 1996, y las backpacks de nylon que desde 1984 convirtieron el negocio de su abuelo en un imperio.
La prensa se ha enfocado mucho en dos sucesos en la juventud de Maria Bianchi Prada, nombre real de la diseñadora: sus estudios de Ciencia Política en la Universidad de Milán y su filiación con el Partido Comunista Italiano. La creativa ha usado las enseñanzas de ese periodo para cuestionar a cada temporada algunos conceptos sociales. Para su colección primavera-verano 2012, por ejemplo, pensó en la cosificación que sufren las mujeres en la cultura moderna y, tras semanas de deliberación con los integrantes de su estudio, expresó esa idea a través de prendas y accesorios con referencias a automóviles de los años cincuenta.
Sin embargo, no se siente cómoda hablando del peso intelectual de su trabajo. A pesar de que el MET le dedicó una exposición en conjunto con Elsa Schiaparelli, Miuccia Prada se distanció inmediatamente del mundo del arte: “Un artista expresa ideas y una visión. Mi trabajo es vender”, enfatizó a New York Magazine.
En esa misma entrevista señaló que es difícil balancear sus convicciones políticas y su papel como cabeza de un corporativo multimillonario (que además de Prada y Miu Miu es dueña de firmas como Helmut Lang y Jil Sander).
Es posible que esos momentos de introspección la hayan convertido en una de las diseñadoras más intrigantes en la moda.
Problemas en el paraíso
En 2014, el grupo dirigido por la diseñadora y su marido, Patrizio Bertelli, sufrieron dos reveses: el primero de ellos fue un proceso investigativo por evasión fiscal, mismo que, tras varios meses de tensión, se pudo resolver con las autoridades italianas. El segundo contratiempo que enfrentó la diseñadora fue un descenso en las ventas de Prada, mismo que continuó casi sin interrupción hasta enero de este año.
Para combatirlo, se han enfocado en más y mejores accesorios, así como la ejecución de nuevas estrategias en el e-commerce.