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De él se decía que creaba diseños que causaban la admiración de los couturiers de París. Sus clientas, en su mayoría mujeres de la jet-set, pagaban miles de dólares por lucir una de sus creaciones y un nutrido grupo de actrices y modelos aún recurren a sus diseños vintage para aparecer en las alfombras rojas. A pesar de su retiro en 1998, James Galanos seguía siendo venerado y su muerte hace unos días, a los 92 años, ha aumentado el culto hacia él.
La historia de Galanos inicia como la de muchos creativos de su tiempo: hijo de inmigrantes griegos, tuvo su primer contacto con la moda en su infancia, cuando observaba a las mujeres que visitaban el restaurante de su padre. Luego de estudiar algunos semestres de moda, abandonó la escuela para iniciar su entrenamiento en Nueva York, pero un par de años más tarde tuvo la oportunidad de integrarse a la casa de alta costura de Robert Piguet, quien, al igual que otros diseñadores, aprovechó el final de la Segunda Guerra Mundial para reabrir su casa.
El entrenamiento parisino rindió frutos: cuando abrió su propia casa de moda, en 1951, atrajo la atención casi inmediata de los grandes almacenes, las socialités y las editoras de moda por igual. Se hizo notar porque manejaba el chifón como ningún otro diseñador, por los diseños con los más mínimos detalles realizados a mano y porque mujeres prominentes como Marilyn Monroe, Grace Kelly y Nancy Reagan se convirtieron en clientas frecuentes.
Esta última fue responsable de que sus creaciones se exhibieran en el Museo Nacional de Historia estadounidense, pues la vistió de manera casi exclusiva durante el mandato de su esposo, el presidente Ronald Reagan. Su vestido blanco de un solo hombro, creado para el primer Baile Inaugural de Reagan, es aún un referente de estilo.
Luego de su retiro, Galanos se enfocó en experimentar con la fotografía, pero sus diseños siguieron siendo socorridos, esta vez en el mercado de las tiendas vintage.