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En la mayoría de las culturas, portar ornamentos era signo de riqueza o estatus social. Actualmente, usamos joyas para complementar un outfit o como alegoría de nuestra personalidad. Con el paso del tiempo, la sociedad ha diversificado el significado de utilizar adornos para el cuerpo. Recapitulemos brevemente su historia.
Desde la prehistoria, los seres humanos comenzaron a usar joyas fabricadas con materiales sencillos —conchas, plumas o huesos—. Posteriormente los artesanos dieron forma, de manera más elaborada, a los componentes que utilizaban.
Existen tres civilizaciones históricas importantes en el desarrollo de la joyería: Egipto, India y China. La primera destacó por la infinidad de piezas ricas en materiales, diseños y contenido simbólico como ajuar funerario, premio militar o motivo ritual. La India convirtió las joyas en parte integra de su vida cotidiana al brindarle conceptos religiosos, y fueron los primeros en conquistar el procesamiento de oro. China, con posterioridad, impulsó el desarrollo ornamental como arte, lo difundió por toda Asia y después Europa. Después, con el nacimiento de la metalurgia se intensificó el crecimiento de la joyería y continuó así hasta lo que conocemos actualmente.
Las joyas siempre han sido sinónimo de belleza y son consideradas como piezas que han marcado grandes sucesos en el mundo. Algunas de las más importantes son la Perla Peregrina (parte de la realeza española), las Gemas Imperiales Rusas (cada una esta valuada en 25 millones de dolares) y la gargantilla de Tiffany & Co. (pieza que contiene un enorme diamante amarillo y que usó la icónica actriz Audrey Hepburn).