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Viste de negro, pero no es un negro glamuroso y hermético que la vuelva inalcanzable, como si estuviera a punto de pisar una alfombra roja o pasear por Champs Elysées. Su vestido parece de lino. Es ligero, elegante, detallado, y hace un juego perfecto con sus labios rojos, su cuerpo menudo y su manera pausada de hablar. “La ropa es una manifestación del lenguaje, ¿no lo crees?”, me dice Carla Fernández unos minutos después de saludarnos en el Museo Júmex, y si algo queda claro cuando uno la conoce es que la creatividad en la moda puede derivar en mucho más que prendas tan alejadas de nuestra realidad como el diseñador que las concibió.
Solemos pensar que para conocer lo último en tendencias hay que girar la cabeza hacia Milán o París, pero no siempre es así. El camino que Carla recorre para inspirarse no es el de una pasarela, sino el de las tierras indígenas de nuestro país. Su ojo no está en busca del lujo, sino que su mirada es antropológica: “Me gusta mucho la indumentaria folclórica de todo el mundo. Es una fuente de inspiración inagotable en el sentido en el que los pueblos indígenas son muy arriesgados. Por ejemplo, si vas a Chiapas o a Guatemala y ves las combinaciones de los colores no lo puedes creer, pero luego entiendes que usan los tonos de la tierra, del reflejo del sol, y entonces tu panorama cambia”. Por eso la exposición de moda y arte que inauguró hace unos días en el Museo Jumex lleva por nombre La Diseñadora Descalza: Un Taller para Desaprender. Es una experiencia interactiva en la que la exhibición de sus prendas se combina con la participación de un grupo de bailarines y talleres que permitan comprender mejor el significado que la hechura de nuestra vestimenta —como artesanía— puede tener en nuestras vidas.
Hecho en México
Carla nunca ha dejado su país. Ni para estudiar en el extranjero y agregar nombres de universidades británicas o neoyorquinas a su currículum, ni para inspirarse, ni para comprar materia prima para confeccionar sus prendas, ni para nada. Cursó la licenciatura de Historia del Arte en la Universidad Iberoamericana y en la Iberomexicana de Diseño se entrenó como modista. Su padre es museógrafo y su madre historiadora; en su formación siempre fue clave la diversidad cultural. “Creo que quedarme en México fue un golpe de suerte. No hubiera investigado lo mismo ni estaría donde estoy si me hubiera ido a Saint Martins”.
La moda, como el arte, implica una ruptura. Los diseños de Carla Fernández lo han expresado desde siempre. “Me acuerdo que cuando estaba en la universidad le hacía muchas alteraciones a mi ropa; me gustaba reconstruirla. Por ejemplo, la cortaba y le ponía aplicaciones. Eso estaba muy de moda en los 90. Era como una deconstrucción fashionista que me parecía muy divertida”. Y —de algún modo— así trabaja hasta el día de hoy: a través de la fusión de sus conocimientos sobre moda y distribución, apoya el trabajo de nuestras comunidades y asigna pedidos que se adapten a las capacidades y talentos de cada artesano para luego darles difusión. Sus clientes son mexicanos y extranjeros, gente que comprende que la exclusividad también radica en el proceso de confección de una prenda, y no en el aparador que la haga brillar.
La exhibición de la diseñadora estará abierta el público hasta mediados de mayo, y entre los talleres ofrecidos a los asistentes recomendamos “Bordado en chaquira otomí de Puebla” y “Telar de cintura con artesanas chiapanecas”. Los detalles pueden consultarse en la página de Fundación Jumex.