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Hasta 1992, año en que la estadounidense Veronica Webb se convirtió en la primera afroamericana en lograr un contrato exclusivo de belleza, la inclusión de modelos alejadas del estereotipo caucásico parecía ser tan sólo algo reservado para un puñado de firmas. Y aunque se ha mostrado un cierto progreso en este tema, paralelamente han aparecido jóvenes que han alcanzado el éxito a pesar de una apariencia poco convencional.
A pesar de que no está propiamente definido, este criterio engloba un sinfín de talentos, como la top mexicana Issa Lish, la plus sized model Robyn Lawley y el modelo albino Shaun Ross. Todos, a su manera, han logrado ampliar las barreras de la moda a través de apariciones estelares en desfiles, campañas y portadas de revistas. Gracias a ellos, la belleza puede tener distintas representaciones, aunque el ideal caucásico, joven y perfecto sigue predominando en la industria.
“Las tendencias incluyen también a los modelos. Hasta hace poco, por ejemplo, las chicas con diastema no funcionaban y, de pronto, se convirtieron en las it girls. Lo mismo ha pasado con chicas de cejas prominentes y, en el caso de los hombres, modelos de melena platinada o cubiertos de tatuajes. Hasta hace no mucho, estos últimos casi eran quemados con leña verde y hoy son todo un éxito”, explica Miguel Ángel López, head booker de la agencia Fragmentos.
Las puntas de lanza.
Las pioneras en romper paradigmas fueron las afroamericanas que irrumpieron en la moda de los años 60 y 70. Donyale Luna, Pat Cleveland, Iman y Beverly Johnson fueron las primeras en lograr portadas en revistas como Vogue; sin embargo, Naomi Sims encabezó el movimiento al tomar las riendas de su incipiente carrera. Con una determinación aún mayor que su belleza, Sims logró ser la primera en aparecer en la portada de Time y es considerada como la precursora de Iman y Naomi Campbell.
Y aunque durante los 80 se dio un paso hacia atrás con el culto a una belleza perfecta, caucásica y excluyente, Kristen McMenamy se convirtió en una de las primeras supermodels poco convencionales. Su imponente presencia y capacidad para llegar a los extremos en busca de las mejores imágenes son responsables de una carrera que sigue en pie después de tres décadas. “Prácticamente, todas las agencias de modelaje de Nueva York me rechazaron. ¡Pero estaba obsesionada! Era lo único que siempre quise hacer y lo deseé con fervor. Si quieres triunfar en este ámbito necesitas estar motivada”, afirma McMenamy.
¿Freak? No, chic.
Fueron dos diseñadores conocidos por su excentricidad los que volvieron a poner este tema bajo la lupa en los últimos años. El primero fue Alexander McQueen, quien fichó a la atleta paralímpica Aimee Mullins para abrir su desfile de Primavera/Verano 1999. Luciendo un par de piernas prostéticas en madera tallada, la estadounidense causó escándalo y fascinación. Eventualmente el shock desapareció y permitió que Mullins desarrollara una fructífera carrera como conferencista y embajadora de L'Oréal.
Después, el triunfo de Rick Genest (o Rico The Zombie) en desfiles de Mugler, videos de Lady Gaga y campañas para Dermablend significó la apertura total. Hoy destacan en las pasarelas Winnie Harlow, a quien su vitiligo no evitó que participara en America's Next Top Model y en campañas para Diesel y Desigual; Shaun Ross, cuyo albinismo lo ha convertido en un hombre de inspiración para el diseñador español Roberto López Etxeberria; y Tara Lynn, quien junto con otras modelos plus size engalanó la portada de Vogue Italia en 2011. “A mí me parece perfecta esta opción que se está generando, sobre todo por las oportunidades que crea para gente fuera del estereotipo del modelo dentro del medio. Además, si los consumidores ven gente catalogada como ‘real’, pueden sensibilizarse mejor con ellos”, afirma Andrei De la Puente, modelo, conductor e influencer mexicano con más de una década en las pasarelas.
A la espera. ¿Llegará algún día esta tendencia a México?
De acuerdo con López, no, pues los cánones preestablecidos continúan siendo demasiado rígidos para cambiar de golpe, aunque esto no significa que se minimice el éxito de Harlow o los logros de Genest.
“No nos arriesgamos a creer en algo diferente, por eso muchas chicas y chicos mulatos sólo pueden encontrar trabajo en desfiles. Incluso modelos como la colombiana Karen Carreño y la propia Issa Lish tuvieron que salir de México para encontrar fama y fortuna en otros mercados. Es muy importante que los clientes no tengan miedo a las críticas para que las agencias puedan ampliar sus ofertas”, asevera López.
En tanto, el diseñador Raúl Orozco considera que un sector del público ya está buscando un cambio, pues está en contacto con las novedades a través de las redes sociales y cuestionan cada vez más el estereotipo de belleza caucásica y “perfecta” impuesta desde el siglo XIX.
“A mí me encantan estos cambios, y por supuesto que contrataría a un modelo no tradicional para mis desfiles y campañas. Él o ella podría encajar perfectamente con los valores de mi marca”, afirma de manera contundente Orozco.
Y aunque el mercado nacional aún no explora del todo el uso de figuras poco convencionales, éstas siguen sentando un precedente importante que, con el tiempo, también incluirá a la industria de la moda mexicana.