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En moda, la palabra lujo remite frecuentemente a una avalancha de imágenes mentales entre las que destacan opulentos vestidos de noche, sofisticadas joyas y voluminosos abrigos de mink.
Y si bien existen muchas firmas que satisfacen esa necesidad entre los consumidores, también lo es que existe un nicho para marcas y diseñadores que, sin dejar de lado materiales de alta calidad y procesos artesanales, ofrecen prendas que son irreverentes, dramáticas o con elementos deconstruidos, mismas que han ganado un número importante de seguidores.
Este tema es uno de los que más han causado debate recientemente luego de la llegada de Jeremy Scott a Moschino y John Galliano a Maison Margiela, pues sus colecciones han logrado un impacto mediático a través del humor y la deconstrucción, respectivamente, han logrado cuestionar nuevamente el concepto del lujo. Y, al atreverse, han motivado a otras firmas, como Dolce & Gabbana, a atreverse a más.
Locura de antaño De acuerdo con el teórico Malcolm Barnard, estas propuestas se pueden agrupar como anti-moda, pues son una clara manifestación en contra de las tendencias de la época. No obstante, esto también se podría decir del New Look de Dior, por lo que Barnard agrega que estos estilos surgen por una indiferencia o rechazo hacia los cánones.
Entonces, Coco Chanel, con el uso de telas anteriormente reservadas a obreros y cortes que permitían un mayor movimiento del cuerpo, fue una de las primeras representantes de esta corriente. Posteriormente, su eterna rival, Elsa Schiaparelli, se asoció con los surrealistas en una serie de colecciones que rayaban (voluntariamente) en lo absurdo.
Así, muchas de las damas elegantes de los 30 pronto lucieron vestidos con langostas estampadas, sombreros con forma de zapato y sacos con bolsillos que asemejaban cajones. No obstante, la Segunda Guerra Mundial puso un alto definitivo en sus exploraciones.
Si bien creadores como Rudi Gernreich intentaron causar una revolución en su época, podemos identificar a los 80 como la década en la que el lujo contestatario finalmente tomó forma. Un grupo de diseñadores, irritados por el culto a la opulencia (y, en muchos aspectos, al mal gusto) que imperó en la época, se rebelaron y, al hacerlo, crearon una corriente que sigue triunfando hasta nuestros días.
En 1981, Yohji Yamamoto y Rei Kawakubo causaron un fuerte impacto durante su debut en París, pues sus prendas no tenían las siluetas exageradas o los intrincados detalles del momento y, por el contrario, se enfocaban en la deconstrucción y en tonos como blanco o negro, lo cual tomó a los periodistas de moda y los clientes por asalto.
Este esfuerzo permitió que, posteriormente, creativos como Ann Demeulemeester y Martin Margiela lograran sorprender al mundo con costosas piezas con texturas y acabados que, además de causar fuertes debates, lograron un gran número de admiradores, como la cantante Patti Smith, el rapero Kanye West y el polémico director de cine estadounidense John Waters.
“Lo que me parece genial de estos diseñadores es que parecen tomar lo que otros han desechado y convertirlo en algo que el cliente quiera comprar de nuevo. Para mí, esto es moda, sólo que al revés”, explicó el creador de Pink Flamingos en una entrevista para el portal Big Think. ¡Qué risa! Sin embargo, durante esa década triunfaron dos creativos que tomaron la estética de la época y la transformaron en una parodia de sí misma.
Aunque Jean Charles de Castelbajac sigue en activo, el más destacado fue Franco Moschino. A través de su línea homónima, el italiano transformó algunos símbolos del lujo y la burguesía en piezas llenas de humor e irreverencia, mismas que, gracias a los excesos del momento, pudieron llevarse en muchas ocasiones sin que sus clientes sospecharan las verdaderas intenciones del creativo y han inspirado a firmas como Viktor & Rolf, la cual ha mezclado avant garde y humor.
“Mis métodos son contradictorios, pero ¿debería abrazar los dictados de la moda sólo porque estoy en este negocio? ¿Por qué tendría que hacerlo? Para muchas personas es absurdo, pero para mí tiene una lógica tremenda”, declaró en 1994, pocos meses antes de su muerte.
La segunda corriente fue encabezada por una serie de estudiantes egresados de The Central Saint Martins, una de las escuelas de moda más reconocidas a nivel mundial. John Galliano y Alexander McQueen son sus principales representantes y, aunque muy diferentes entre sí, destacan porque en sus colecciones el drama y la opulencia son imprescindibles.
¿Existen puntos medios entre el drama, la vanguardia y el humor deluxe? El único que ha logrado moverse sin problemas entre estas categorías es Karl Lagerfeld, quien en Chanel y Fendi ha logrado crear maravillas de inspiración arquitectónica, prendas con un alto nivel de drama y diseños que no pierden un mordaz, sofisticado e intenso sentido del humor. Su colección Crucero 2016 es una muestra de ello, con piezas que fácilmente pueden combinarse junto a looks que parece recién salidos de una fantasía K-pop.
¿Elegirá rebelarse para la próxima temporada o seguirá el camino de lo clásico? Eso dependerá, en gran medida, de ti. Tú, mientras tanto, podrás elegir sin problemas tu corriente favorita de anti-moda.
Los tres frentes de la anti-moda
Humor: Piezas con ironía y glamour que pueden ser integradas fácilmente al armario, como las de Moschino.
Vanguardia: Piezas con elementos deconstruidos y materiales poco usuales, como los de Viktor & Rolf, Undercover y Comme des Garçons
Drama Siluetas caprichosas tomadas de otra época, como las propuestas de Alexander McQueen y John Galliano para Maison Margiela Artisanal.